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Peatonalizaciones mejorables

Harían bien en preguntarse en la Junta de Gobierno del Ayuntamiento sobre qué es lo que han podido hacer mal para que una política como la de las peatonalizaciones esté generando tanto malestar a pesar de que está avalada por una recuperación del espacio público común que sólo discuten quienes prefieren los coches en triple fila a las terrazas y los parques infantiles.

el 16 sep 2009 / 08:18 h.

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Harían bien en preguntarse en alguna reunión de la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Sevilla sobre qué es lo que han podido hacer mal para que una política como la de las peatonalizaciones esté generando este verano tanto malestar a pesar de que está avalada por una recuperación del espacio público común que sólo discuten quienes prefieren los coches en triple fila de la Alfalfa o la Plaza Nueva a las terrazas, los veladores y los parques infantiles.

Si nuestros concejales de gobierno prefieren tranquilizar sus conciencias, siempre pueden argumentar que se trata de las típicas quejas de la Sevilla carcunda que se embelesa en su inmovilismo o de un cierto sector del comercio que siempre usa un tono lastimero cuando habla de sus negocios, pero un simple ejercicio de reflexión autocrítica ayudaría entender las razones de determinados rechazos.

Sólo durante el verano, y con el añadido de las obras de reurbanización de la calle Asunción, se han anunciado nuevos corredores peatonales entre San Telmo y el muelle de Nueva York y entre la Alameda de Hércules y Torneo; el cierre al tráfico de la avenida Isabel la Católica (la carretera que separa el Parque de María Luisa y la Plaza de España); los soterramientos de la Palmera a la altura de Manuel Siurot y de la avenida de Andalucía en el cruce del Tamarguillo; la peatonalización parcial de la calle San Jacinto y de la avenida del Cristina.

La profusión de anuncios puede haber conducido a una cierta saturación, pero tampoco reside en ellos el malestar. La mayoría de las propuestas vienen recogidas en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), están avaladas por el éxito de precedentes poco discutibles como los de la Avenida de la Constitución, la Puerta de Jerez o los ya antiguos de Tetuán y Rioja y responden a un propósito tan razonable como el de la mejora de la calidad de vida de nuestros ciudadanos mediante la apropiación de espacios antes reservados al tráfico.

¿Por qué entonces la irritación latente? Pues seguramente por la dificultad casi congénita de este Gobierno en trasladar a la opinión pública la idea de que todos estos proyectos responden a un plan general, a un proyecto integral que se desarrolla como un todo unitario después de debatirlos y analizarlos con minuciosidad.

Por el contrario, los anuncios destilan un aire de improvisación y ligereza que daña su credibilidad. Los dos últimos ejemplos son ilustrativos: San Jacinto y San Telmo. En ambos casos se ha lanzado la idea de peatonalizarlas sin aclarar a vecinos y a comerciantes, muy cansados por las zanjas y las vallas que los rodean, de las razones por las que se procederá a cerrar al tráfico sus calles, cuáles serán las fechas de ejecución de las obras o cómo quedarán las alternativas de aparcamiento o de accesos y salidas de sus vehículos. Todo esto se deja para una discusión posterior que siempre parte desde el resquemor.

En el proyecto del Cristina, con un agravante más: se trata de una vía que ha soportado durante cinco años las obras de la línea 1 del Metro. Pues bien, a dos semanas de que se ponga en marcha la estación de la Puerta de Jerez, se decide que ya no se abre más para evitar que se colapse más el tráfico en el Paseo de Colón.

¿No se podían haber dado cuenta un par de años antes de esta circunstancia, que, por cierto, no es que haya que ser ingeniero de caminos para preverla? Se ve que no, pues la enésima improvisación obligará a reurbanizar toda la zona en una reedición de lo que ha ocurrido en República Argentina, una vez más abierta en canal, ahora por las obras del carril bici.

Sea cual sea su sesgo ideológico, la mayoría de los sevillanos prefieren que la fachada del Cristina se convierta en un gran bulevar y que San Jacinto se convierta en un paseo lleno de vida. Pero las peatonalizaciones no constituyen un dogma de fe que nadie puede discutir. Al contrario, hay que saber convencer de sus virtudes, que son muy evidentes, y persuadir a los afectados de que redundarán en el interés de todos. De lo contrario pueden nacer malheridas.

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