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Pedaleando al Rocío

Un romero madrileño hace el camino en bici.

el 22 may 2010 / 20:27 h.

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Javier, ante el Simpecado de Pozuelo.

Una bici de montaña, seis etapas y 650 kilómetros por delante. Su camino ha sido por lo menos singular. Ni caballo ni carriola: Javier Molina, un joven de Guadalajara, hermano de Pozuelo de Alarcón (Madrid), ha llegado al Rocío montado en su bicicleta. Su vuelta o tour maris- meño comenzó el pasado 11 de mayo en Guadalajara. Ayer se presentaba ante la Blanca Paloma acompañando al Simpecado de Pozuelo de Alarcón, la nueva hermandad filial de este año.

Ha tenido que aguantar días de lluvia y hasta el viento en contra en las primeras etapas, pero este bombero de 29 años ha logrado su objetivo: llegar hasta la aldea almonteña en su bicicleta de montaña. La iniciativa tiene un cariz religioso: "Quería bajar en bici. Hacer una peregrinación con un sentido religioso", confiesa Javier, que vio en la Romería del Rocío la oportunidad idónea.

Durante seis días ha recorrido los 650 kilómetros que separan su Guadalajara natal de la aldea almonteña. De Guadalajara a Ocaña (primera etapa), de Ocaña a Retuerta del Bullaque (segunda etapa), de Retuerta del Bullaque a Talarrubias (tercera etapa), de Talarrubias a Campillo de Llerena (cuarta etapa), de Campillo de Llerena a Azufre, ya en la provincia de Huelva (quinta etapa), y de Azufre a El Rocío (sexta etapa). Llegó el domingo pasado, el 16 de mayo, convirtiéndose en el primer peregrino en pisar los blancos arenales de la aldea. Lo hacía antes incluso que los romeros de la hermandad de Almonte, que llegaron tres días después, el pasado miércoles.

La experiencia, comenta, ha sido "gratificante", pese a la dureza de los caminos (carreteras secundarias) y el esfuerzo físico de estar entre siete y diez horas sobre el sillín de la bici. "Mi madre rezaba para que lloviera y no pudiera seguir adelante. Lógico, era muy arriesgado, sobre todo cuando llegaba la hora de pernoctar", subraya Javier, que se muestra orgulloso de haber protagonizado este camino sobre dos ruedas.

La mayoría de sus pernoctas han sido improvisadas. Desde albergues a dormir en una tienda de campaña en el campo. Eso sí, siempre en contacto, vía sms desde su móvil, con sus amigos y familiares, seguidores de su proeza: "Cada día al terminar la jornada les comunicaba cómo me encontraba y mi situación en el camino al Rocío". Unas coordenadas que también llegaban a la junta de gobierno de la hermandad de Porzuelo de Alarcón.

Para dar mayor espiritualidad a la peregrinación, Javier trataba de ir a misa o visitar algún templo o convento del lugar donde paraba: "Siempre he buscado que los días terminasen con un rezo o una oración a la Blanca Paloma", señala este rociero en la distancia, que, concluida felizmente la experiencia, está seguro de que el año que viene repetirá otra vez "si la Virgen del Rocío quiere".

Para la segunda edición lanza un mensaje a los rocieros ávidos de nuevas vivencias: "Que se sumen a este camino para hacerlo en grupo". De momento, Javier, el de la bici, como le apodan sus hermanos de Pozuelo, recibía ayer las felicitaciones por haber sabido aunar deporte y devoción marismeña: "No cabe duda que la Virgen me ha ayudado en esto", concluye.

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