Susana Díaz subía las escaleras del Parlamento hacia su despacho tras abrazar y besar a todos los que se cruzaban con ella en el patio al finalizar el debate de investidura. Aún se adivinaba que le faltaba algún escalón, cuando desde abajo llegaron los gritos de presidenta, presidenta. Un nutrido grupo de mujeres socialistas se había reunido a las puertas del que desde ayer se convirtió en su lugar de trabajo en el Parlamento para festejar su ascenso y, sobre todo, que por primera vez en 30 años una mujer acceda a la presidencia de la Junta de Andalucía. No es la única. La socialista María Antonia Martínez se convirtió en Murcia en la primera mujer en presidir una comunidad, de forma interina en 1984, y después de 1993 a 1995. Ahora mismo hay dos líderes del PP al frente de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, y Aragón, Luisa Fernanda Rudi. Y Navarra está gobernada por Yolanda Barcina (UPN). Pero en Andalucía sí es una novedad y los socialistas están dispuestos a defenderlo como un hecho histórico. Quizás por eso las mujeres del PSOE no tuvieron ningún reparo en lucir en su solapa pegatinas moradas con la leyenda Hoy todas somos presidenta. Una iniciativa, cuentan, ideada por Amparo Rubiales, que se ha convertido en una feroz defensora de todo lo que tenga que ver con Díaz. No fueron las únicas pegatinas que se vieron ayer por el hemiciclo. Los diputados de IU se inclinaron por el No a la guerra. A las puertas, los trabajadores de Delphi volvían a hacer mucho ruido, rodeados por un nutrido cordón policial que frenaba a los manifestantes. También tuvieron trabajo los guardias de seguridad, pero más pacífico. Con todo, se las vieron y se las desearon para que la nube de periodistas y cámaras que rodeó a Susana Díaz a su salida y durante su paseíllo no pisaran el césped o se subieran a los bancos en un intento por captar una imagen mejor o solo distinta. Díaz ayer optó por pantalón aunque no cejó en el blanco y negro como color. Quizás dejó atrás la falda ante la profusión de fotos en las portadas que se afanaban por enseñar el tacón y las piernas de la presidenta. Para algunos, simplemente un símbolo. Para otros, el signo más claro de que el machismo sigue ahí, buscando piernas.