Cultura

Pepi Sánchez, arte en piedras

La Casa de la Provincia acoge hasta el domingo una exposición póstuma y antológica de una de las grandes olvidadas del arte contemporáneo sevillano. Sus ‘litopinturas’ constituyen un hallazgo personal nunca imitado por nadie

el 17 mar 2014 / 23:37 h.

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Dos de los hijos de Pepi Sánchez, junto a la presidenta de la Asociación de Vecinos Santa Cruz, María José / pepo herrera Dos de los hijos de Pepi Sánchez, junto a la presidenta de la Asociación de Vecinos Santa Cruz, María José / pepo herrera

El afán de un barrio, la ayuda de los hijos de la artista, un puñado de pequeños mecenas y la predisposición de la Casa de la Provincia ha conseguido hacer realidad la exposición póstuma y antológica que, hasta el domingo próximo, se dedica en la citada institución a la sevillana Pepi Sánchez (1929-2012), una auténtica ‘tapada’ del arte contemporáneo hispalense, acaso por su voluntaria marcha a Madrid, o tal vez por lo renuente a catalogaciones de una obra que rompe con las coordenadas establecidas de la expresión plástica actual.

Poseedora de un lenguaje enormemente singular, de reminiscencias oníricas y con un indisimulado gusto barroquizante, su obra, en la que tan pronto se advierten gestos dalinianos con otros que entroncan con la secesión vienesa, alcanzaría su punto de mayor innovación con la utilización de piedras, sin manipular, como soporte de su pintura. En ellas «sus personajes abandonan las extrañas arquitecturas que habitan en sus cuadros para adaptarse a los recovecos, dando como resultado una sorprendente mezcla de pintura y escultura», según la galerista Marina Contreras.

Lo cierto es que, con la salvedad de algunas de estas ‘piedras intervenidas’ que pudieron verse en la Galería Haurie, el legado de Pepi Sánchez permanece desconocido para el profano, y en buena medida, también para el especialista. Ha sido la Asociación de Vecinos ‘Amigos del Barrio Santa Cruz’ la que llevaba años acariciando el proyecto de rendir homenaje a una de las más importantes artistas de una collación rica en ellos: Manolo Salinas, Carmen Laffon, Juan Suárez y Carmen Perujo, entre otros, forman parte del mismo, ciñéndonos únicamente al ámbito de la plástica

«Sin embargo, queríamos reivindicar a esta creadora injustamente olvidada, lo único que lamento es que este reconocimiento haya tenido que ser póstumo, cuando se empezó a trabajar en vida de ella», explicaba días atrás María José del Rey Guanter, presidenta de la asociación vecinal. «Pepi Sánchez vivió en el Callejón del Agua y allí, exactamente en la calle Pimienta, es donde hemos puesto un azulejo que recuerda su estancia; la de ella y la de otros tantos pintores que trabajaron en el interior de esas paredes», explica sin pasar por alto el agradecimiento a los cinco hijos de la pintora, «implicados completamente en hacer realidad esta iniciativa». Iniciativa que, según comenta, «puede pasar por ser una de las exposiciones con mayor poder de convocatoria de cuantas se han visto en la Casa de la Provincia, lo que habla del interesante trabajo de Sánchez».

De vocación muy temprana, la pintora ingresó con 12 años en la Escuela de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría. Pronto abandonó el naturalismo para incardinar su quehacer en la senda del arte moderno. Y rápidamente viraría hacia una senda personal sólo transitada por ella: «Fue llenando sus obras con personajes fantásticos y legendarios habitantes de paisajes oníricos», recuerda Contreras. En su repertorio iconográfico, tal y como puede comprobarse en esta muestra, abundan ángeles, niños, brujos, animales, princesas… «pero también príncipes azules despreciados, cariátides cansadas de serlo y estrellas que se apagan».

«Pepi fue la primera que, en Sevilla, empezó a pintar sin modelos, la primera que empezó a considerar un cuadro como pura manifestación de arte y no como una reproducción fiel de la realidad, una artista que buscó única y exclusivamente la belleza, el volumen, y el color», al decir de la Condesa de Campo Alange, participante como analista en una temprana monografía de la pintora publicada por el Ateneo de Madrid en 1958.

Y, al final, las ‘litopinturas’, su aporte más personal, el que más atención roba de los espectadores que visitan la antológica, piedras esculpidas por la naturaleza que Pepi Sánchez decoraba con profusión en todas sus dimensiones espaciales; cincelando acaso el barroco del siglo XXI. Sin miedo a la figuración, la autora –de la que hay obra suya en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Museo de Arte Contemporáneo de Guinea Ecuatorial, entre otros– asumió pronto que el suyo iba a ser un camino muy a contramano que ha sido glosado y apreciado por escritores como Manuel Mantero, Fernando Quiñones, Rafael Montesinos y José María Requena, entre otros compañeros de generación. «Pepi Sánchez ha ayudado a crear una nueva imagen del arte. Y sobre todo y aparte de consideraciones de índole histórica, nos ofrece una obra llena de belleza y llena de verdad», dejó anotado el poeta José Hierro. Una generosa representación de todo su legado se encuentra, por unos días más, en la Casa de la Provincia.

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