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Pequeñas ‘glorias’ envasadas

Las monjas de 21 conventos de Sevilla y su provincia ofrecen hasta mañana los productos que han elaborado de forma artesanal y con los que obtienen el principal sustento para el año

el 06 dic 2013 / 20:35 h.

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Muestra de dulces de convento en los Reales Alcázares. / J.M.Espino (Atese) Muestra de dulces de convento en los Reales Alcázares. / J.M.Espino (Atese) (FOTOGALERÍA) No necesitan publicidad porque sus manos hablan por sí mismas, son el mejor reclamo año tras año. Y ya van 29. Ayer en los Reales Alcázares se volvió a reservar un hueco a esas pequeñas delicias para cuerpo y espíritu que, con tanto esmero, elaboran durante todo el año las monjas y que aportan la mayor parte del sustento anual de los conventos sevillanos. Durante tres días, decenas de voluntarias atienden con una sonrisa y paciencia las típicas preguntas de los clientes, que se reparten ya casi a partes iguales entre sevillanos y visitantes nacionales y extranjeros. “Que si cuáles están más ricos, cuáles son los más típicos...” Y es que la amplia oferta aturde –hay unas 200 variedades de productos, explica Claudia Rodríguez, su organizadora– y uno no sabe muy bien hacia dónde mirar o qué coger. “Huy, corre que eso vuela. ¿Ves? Solo queda una caja”. Rosa, voluntaria, se refiere a los Marroquíes, unos bizcochos de Écija de las Jerónimas de Santa Paula. La mujer a la que se lo comenta ni lo duda y atrapa el envase para la cesta. Junto a Rosa está su hija María, 28 años y 10 acompañando a su madre en esta feria de dulces, que no duda en entregar una cajita que tenía guardada para ella a otra persona que se interesa por ellos. “Ya verán cómo se acuerdan de mí de lo ricos que están”, sonríe. Muestra de dulces de convento en los Reales Alcázares. / J.M.Espino (Atese) Muestra de dulces de convento en los Reales Alcázares. / J.M.Espino (Atese) Se palpa ese ambiente familiar que mezcla varias generaciones tras los mostradores que enseñan las especialidades de los distintos conventos, un total de 21 son los que participan, y de ellos trece corresponden a la provincia. Violeta, de 18 años, explica que aunque los turrones son los productos estrella de las monjas de Constantina, se han incorporado como novedad este año los licores de chocolate y el vinagre de romero. “Y también es novedad el chocolate con forma de iphone, que se ha acabado ya, y también en forma de parchís”. El año pasado empezaron a moldearlo con los escudos de fútbol del Betis, del Sevilla y del Barça, que gustan mucho a los más pequeños, comenta. “Y para las personas que viven solas se ha hecho una selección de turrones para que puedan probar muchos sin que se les estropee”. Violeta lleva desde los seis años acudiendo a esta tradicional cita. “Viene de familia”, explica, al lado de Teresa, que lleva más de 20 años de voluntaria, y deja que sea la benjamina la que dé todas las explicaciones. “No está la cosa para subir los precios, así que se han mantenido”, apunta María Rosa, que atiende a quienes preguntan por los productos de las Carmelitas de Santa Ana, sobre todo por las mantas y los pestiños, y también de San Clemente y por los del Monasterio de Santa María del Socorro, los únicos que se hacen sin azúcar. Durante el primer día suelen acercarse los clientes más fieles, aquellos que saben que, como esperen un poco más de tiempo, se pueden quedar sin alguno de los más demandados, como se comprobó ayer. Hasta hoy, no se volverán a reponer las estanterías y hasta que duren. Irene está rodeada de tarros de mermelada casera elaborada por las monjas de Santa Paula. Como innovación y tradición no están reñidas, dos han sido los sabores que se han incorporado y que prometen: naranja con calabaza y melón con manzana, aunque los clásicos como la castaña, el pimiento y la naranja arrasan. La muestra de dulces de convento arrancó a las diez de la mañana y, en sus primeras horas de actividad, la opinión sobre la afluencia de público era más o menos compartida. “Se nota la crisis. Se lleva notando desde los últimos años”, afirman, si bien según iba entrando la mañana el ambiente se volvió más animado. Cierto es que no hubo que esperar “colas de veinte minutos” como hace algunos años, pero también que era difícil abrirse un hueco en primera fila para elegir qué llevarse. El buen tiempo, y las perspectivas del turismo para el puente, también hacen presagiar una buena edición. Este año, no obstante, se ha pedido que no se trajera tanto material como el año pasado porque sobraron algunas cosas y “es una pena, por tanto trabajo que tiene”. Pero, aun así, el ambiente estaba animado por una cuestión, “la gente sigue respondiendo porque conoce la calidad de los productos que compra”. No es que sea nuevo de este año, ni mucho menos, pero la adaptación a los tiempos y a los clientes se nota: pago con tarjeta admitido y traducción de los productos en inglés, alemán y francés. “Hace un momento ha venido una chica inglesa y yo como no ando bien de idiomas le he dado la carta donde vienen todas las cosas y ella me las ha señalado”. Josefita, que en enero cumplirá 85 años y atesora un largo currículum de voluntariado, estaba ayer muy contenta después de que el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, que junto al alcalde se acercó por allí para inaugurar la muestra, “me dio la bendición y me dijo que no representaba la edad que tenía”, apunta orgullosa. Lo tiene claro: “Para hacer las cosas no hay edades, solo hay que tener voluntad y, por supuesto, salud”, reflexiona en voz alta ella, para quien el voluntariado “lo que hace es darme más vida”. En el caso de Macarena, que ahora tiene 17 años, lleva desde los 7 acudiendo junto a su abuela para ayudar a las jerónimas de Morón. “Lo hago por ellas, porque su base económica es esto”. Hasta mañana, con entrada por el Patio de Banderas, la muestra estará abierta desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde.

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