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Pequeños aprendices de policías

Los grupos especiales de la Policía Nacional se pavonean ante 7.000 alumnos sevillanos con una exhibición espectacular: caballos, perros y hasta un helicóptero demuestran sus habilidades en el Hipódromo de Dos Hermanas.

el 05 abr 2011 / 19:41 h.

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Un miembro de los Goes charla con los críos.

Con un bocata a medias en una mano y un zumo en la otra, Eloy deja entrever la comida que mastica con sus dientes mellados al quedarse boquiabierto: está viendo bajar a un helicóptero de la Policía Nacional que, con enorme estruendo, aterriza a casi nada de las gradas en las que se apiñan 5.000 escolares en el primer día en que los grupos especiales de la Policía lucen sus habilidades en el Hipódromo de Dos Hermanas. Varias pasadas después, Eloy, de 5 años y alumno del colegio rural Los Girasoles de Utrera, se aprieta su mochila contra la cara, harto del polvo que levanta el helicóptero cada vez que se acerca, y pregunta a su maestra: "¿¡Por qué pasa tantas veces!?".

La espera ha sido larga, porque se han desbordado las previsiones y, ante la tremenda avalancha de niños que a última hora han pedido asistir, el espectáculo ha empezado una hora tarde. Cuando por fin logran sentarse las filas y filas de chavales que han llegado cogidos de las manos o agarrándose a tirones de las camisetas, el helicóptero comienza a sobrevolar las gradas, con pasadas lentas, rápidas, de frente o en picado, que levantan la polvareda que ataca los ojos de los críos.

Después de unos cuantos gritos y de que todo el hipódromo se tape la cara a la vez, los niños se dan cuenta de que en el techo volado hay dos fornidos policías del Grupo de Operaciones Especiales de Seguridad, Goes, los geyperman de la Policía, que cubiertos con protecciones por todos lados, con casco negro y pasamontañas, lanzan cuerdas al suelo y descienden por ellas ante el asombro infantil. Las primeras parejas, de pie. La última, de cabeza y entre aplausos. Sólo les falta la capa para ser Batman, y eso los niños lo valoran.

A estas alturas los críos están desmadrados. "¡Javi, sentadito!", grita una maestra, pero la interrumpen los disparos de un grupo de agentes que, pertrechados tras escudos también negros, simulan estar liberando a una persona en peligro. Ahora los niños no se tapan los ojos, sino las orejas, y de esa guisa se giran hacia la derecha, por donde asoman 14 jinetes en uniforme de gala. Los caballos desfilan, giran, trotan, galopan y terminan bailando a ritmo de flamenco, mientras tres filas de chavales gritan "¡Juanlu, Juanlu!" a uno de los policías, que es el padre de Sara, una de las alumnas del colegio San Bartolomé de Mairena del Alcor que asiste a la exhibición. Cuando los caballos se marchan, a los sones de la banda sonora de Piratas del Caribe, dos profesoras vuelven a reñir: "¡Que cada vez os sentáis más delante!", les dicen, empujando hacia atrás a los niños, sentados en el suelo.

Estaba previsto que 7.000 pequeños de 47 colegios de toda la provincia asistieran a los dos días de exhibición, pero la avalancha del primer día hace prever que la cifra se supere con creces. La convocatoria, en la que participan unos 70 agentes de todas las especialidades, forma parte del Plan Director de Convivencia y Mejora de la Seguridad Escolar que la Policía Nacional lleva a cabo en las escuelas, impartiendo charlas sobre drogas, riesgos de internet, bandas juveniles y acoso escolar.

La exhibición continúa con el paso de un autobús escoltado por todos los flancos por caballos, en la primera pasada, y motos con todas las luces encendidas en la siguiente, y por distintas pasadas de caballos al galope. Luego llega la traca final de la mano de los guías caninos: seis perros expertos en buscar droga o explosivos completan un circuito saltando vallas y atravesando aros, acompañan a sus dueños pegaditos a sus piernas mientras los miran con embeleso, obedecen la orden de sentarse, levantarse, tumbarse, arrastrarse con la barriga pegada al suelo como soldados de infantería y hasta se hacen los muertos, para deleite de los pequeños. También buscan en una caja un pañuelo del color que los niños han elegido y avanzan hacia atrás provocando las risas de los niños y el orgullo de sus adiestradores, por los que, al menos hoy, los niños se cambiarían sin pensárselo mucho.

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