Una alumna del colegio Peñaluenga trabaja en el ordenador sobre las órbitas de los planetas alrededor del sol. / Fotos: J.A.F. Por José Ángel Fontecha. El arte más importante del maestro es la alegría la acción creadora y el conocimiento». Es la frase que reza a las puertas del laboratorio escolar Andre Kuipers del colegio Peñaluenga de El Castillo de las Guardas, un centro que ha sido elogiado hace días por el consejero de Educación, Luciano Alonso, por su dedicada implicación con el mundo de la ciencia. Y debe ser verdad la frase de Albert Einstein, pues el colegio en su interior rezuma alegría y colorido a partes iguales gracias a la acción creadora de sus alumnos, incentivada, a su vez, por unos profesores que siguen formándose a diario para llevar a los más pequeños a entender un mundo fascinante como es el de la ciencia. Sus pasillos reflejan el arduo trabajo de todo un año y los frutos laboriosos de una comunidad educativa volcada en un mismo proyecto. La razón de ello la explica el director del centro, Jesús Campos, quien ve en la ciencia el motor sobre el que gira toda la educación en el colegio y que a su vez viene a solucionar lo que él entiende como uno de los principales problemas del sistema educativo, el de las transferencias de conocimientos. «Lo aprendido en matemáticas no son capaces de llevarlo a la física», explica Campos. Según el director, gracias al aprendizaje adecuado de los alumnos acerca de la ciencia y el espacio, éstos serán capaces de extrapolar dicho conocimientos a todos y cada uno de los campos. Para Jesús, el colegio supone el único contacto socializador de los niños que viven en pedanías del entorno. Niños que, en muchas ocasiones son núcleos de escasa población, no tienen la compañía de chicos de su edad. Es por ello que el colegio juega un papel fundamental en sus vidas. Debido a esa dificultad en las relaciones sociales y el difícil acceso a las nuevas tecnologías, hace tres años un grupo de profesores del Peñaluenga decidieron promover una visita al Parque de las Ciencias de Granada, donde se acogieron a un programa científico que fue a más con el paso de los meses. Si bien en un principio, cuenta Campos, empezaron con el simple experimento de las burbujas a base de imprimir aire al lavavajillas, con el tiempo consiguieron hacer de esas burbujas verdaderas cabinas donde poder meter incluso a personas. De todo lo aprendido, el director señala como hito más impactante el comprobar cómo una barra de helado puede mantenerse congelada en un horno a 220 grados durante 20 minutos, y gracias a una simple capa de merengue rodeando esa barra. Los alumnos preparan trabajos como este, sobre la posible flora de otros planetas. No fue, sin embargo, hasta una segunda visita al parque granadino, cuando los pequeños iniciaron su verdadera carrera como amantes de la ciencia. En dicha visita los alumnos tuvieron la oportunidad de contactar con el astronauta de la Agencia Estatal Europea Andre Kuipers. «Aquel día los alumnos venían alucinados con la experiencia», asegura Campos. Para muchos, indica, era la constatación de que «pasando la gasolinera del cruce, el mundo sigue existiendo». Desde ese momento, el profesorado vio la posibilidad de desarrollar aquella experiencia y empezó a fraguarse la idea del laboratorio. Lo que hoy es la estación de investigación Peñaluenga comenzó siendo el deseo de maestros que guardaban todo lo que creían útil para la formación de un laboratorio y que sólo está al alcalde, de momento, de los institutos. «Los alumnos decidieron bautizar el laboratorio con el nombre del astronauta y ahí comenzó la revolución», asegura el director. Aquello llegó a oídos del Parque de la Ciencia que lo trasladó a su vez a la Agencia Espacial Europea e incluso el astronauta quiso acudir a la inauguración para darles su apoyo, algo que no pudo ser, aunque al acto si que asistió, amén de diversas autoridades autonómicas y nacionales, el director de comunicación de la propia agencia europea. A pesar de tener una ubicación fija y demarcada, el laboratorio parece expandirse por todo el centro, siendo sus aulas centro de exposición de los trabajos realizados por los más pequeños. La dieta de los astronautas, la diferente orografía de los planetas imaginados, la fauna y flora de muchos de ellos, los seres que los habitan, son solo algunos ejemplos de lo que puede verse a lo largo y ancho del colegio. El modus operandi del centro consiste en un proyecto en común de todo el colegio donde se van ramificando misiones, cada una con su jefe. Trimestralmente, estos jefes llevan a cabo una reunión con el jefe de estudios. «Es lo mejor, ver como un niño de tres años intenta explicarle la ciencia a uno de 14 años», afirma. La misión girará este curso en torno a la sonda espacial Rosetta. Este hecho ya ha tenido eco en las redes sociales, donde han recibidos tuits procedentes de la mismísima Agencia Espacial Europea. Eso sí, la misión, para los profesores del centro de El Castillo de las Guardas, sin embargo, es otra. Y es que, a juicio de Jesús Campos, uno de los déficits del sistema educativo es la escasa formación del profesorado en materia científica. Una de las labores que el centro lleva a cabo es esa, la de formar a su propio personal. Con este, ya van tres años en los que se desarrolla el curso de formación que suele durar cinco meses. «Para los profesores nuevos es algo complicado de explicar», asegura Campos, «aunque lo acaban haciendo». Otro de los hitos conseguidos por los alumnos del CEIP Peñaluenga de El Castillo de las Guardas ha sido lanzar un sonido al espacio. Ese sonido puede que sea recibido dentro de tres o cuatro mil años por alguna nueva civilización, o puede que incluso nunca. Lo que sí es seguro es que sea recibido o no, lo que siempre quedará entre los alumnos del Peñaluenga es la gran dicha de haber vivido una experiencia fantástica y haber conocido el mundo científico de primera mano, gracias a un laboratorio que, como asegura su director, si bien no llega a ser espacial, a buen seguro sí que es muy especial.