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Perdido en el pueblo de al lado

El municipio tiene un caserío en suelo que pertenece a Bollullos de la Mitación

el 12 dic 2010 / 19:05 h.

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Vista del espectacular caserío situado en medio del término municipal de Bollullos de la Mitación pero en suelo de Gelves.

Sólo con un mapa sería posible hallar una de las joyas de Gelves. El visitante lo revisaría con lupa, una y otra vez, pero no encontraría la hacienda San Ignacio de Torrequemada, declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en 2007, ni cerca del puerto ni junto a la iglesia. No está ahí, sino a ocho kilómetros del límite del pueblo, rodeado de una extensa loma de olivares que hay en pleno corazón de Bollullos de la Mitación. Pero no cabe lugar al error. El caserío pertenece a Gelves desde hace casi cinco siglos. El rey Carlos V vendió en 1537 Torrequemada a Jorge de Portugal, que era por aquel entonces primer conde de Gelves. Ya en la época situación le trajo algún problema con sus vecinos -algo que ahora no existe- porque llegaron a derribar uno de los corrales que usaban para encerrar al ganado, según consta en los archivos. Cinco siglos después, esta hacienda, que guarda el esplendor de antaño, acoge bodas, bautizos y comuniones, pero también a unos amigos muy especiales, que desde principios de año empiezan a coger alojamiento: los bueyes de la Hermandad del Rocío de Triana. "Vienen y se van musculando para estar preparados para el camino", dice Antonio Gonzalo de Bustos, un empresario que prepara un proyecto de turismo rural en el caserío. Llega Antonio Espinosa, que lleva 40 años cuidando y alimentando a los bueyes. Cuenta que tienen alrededor de 80, mientras se acomoda en una antigua ermita, que se utiliza como un pajar donde guardar el alimento de unas bestias que ya han perdido su valor para el arado, pero que lo recuperan cada año cuando ponen rumbo a la aldea del Rocío.


Ya en la puerta principal del edificio, custodiado por un gran perro, se percibe la riqueza de una finca que fue calificada como "de los mejores caseríos de Andalucía por la magnificiencia, extensión y solidez del edificio", así como "por la riqueza de sus pinares, olivares y viñedos", según dejó escrito en el que fuera en 1855 ministro de Hacienda e impulsor de una de las desamortizaciones del país, Pascual Madoz.


El edificio conserva sus orígenes dedicados al olivar y la viña. De hecho, conserva la explotación de sus tierras. La prueba de ese pasado tan ligado al campo está en que se mantienen los molinos de aceite en una de las naves interiores del caserío. Cerca de estos molinos, descendiendo por unas escaleras, se guarda uno de los misterios de la hacienda, mayor incluso que el de que esté en suelo de Gelves: la existencia de unas mazmorras que eran las celdas donde vivían en penitencia algunas monjas, en una época (1735) en la que estas tierras fueron adquiridas por el capellán real Jerónimo de Viergol y Rovira para la comunidad jesuita de Chile en 1735. Pero la leyenda va más allá. La tradición vincula estas mazmorras a una prisión de la inquisición, pese a que no consta en los escritos.


La hacienda está culminada por una torre mirador de sección cuadrada y con balcones, y que, pese a pese a ser el lugar con más altura del edificio, no puede divisar desde allí sus orígenes ribereños perdidos entre los caminos de tierra que llevan hasta el río Guadalquivir.

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