Cultura

Perico Sambeat pasó por la cuna de la soleá

Los que ya pasamos el sarampión de la pureza, disfrutamos la noche del viernes como un cochino en un charco con el martinete, la soleá y la bulería de Perico el Humilde. Un clásico de la buena música.

el 16 sep 2009 / 05:14 h.

Los que ya pasamos el sarampión de la pureza, disfrutamos la noche del viernes como un cochino en un charco con el martinete, la soleá y la bulería de Perico el Humilde. Un clásico de la buena música.

No descubro nada nuevo si digo que el valenciano Perico Sambeat es de los mejores compositores de nuestro país. Desde luego, el jazz español no puede entenderse en estos momentos sin él y su último disco, 'Flamenco Big Band', donde han colaborado otros muchos y grandes músicos que llevan el jazz latino en unas venas y el flamenco en otras.

El jazz bebe actualmente de todas las músicas del mundo y en su origen fue ya una gran fusión, como ocurre con el flamenco, aunque los más puristas crean que lo jondo era todavía puro en el siglo XIX; precisamente, cuando los cantaores andaluces se enamoraron de las guajiras cubanas, de las milongas argentinas, del tango americano de los negros, de la farruca de los gallegos y de las pravianas de los asturianos.

El jazz que se hace en España tiene una más que notable influencia del flamenco, cuyas primeras experiencias fueron llevadas a cabo por monstruos del jazz como Gil Evans o Mile Davis. Cuando el gran Mile grabó su 'Sketches of Spain' y alguien de España le preguntó con un poco de guasa si eso era jazz o flamenco, el prodigioso negro de Alton respondió que era "sólo música".

Años antes, Caracol dijo para una revista que el cante flamenco se podía interpretar con una gaita, y el mito de la pureza quedó resentido. Actualmente, sólo los muy atascados podrían preguntarse si lo que oímos la noche del viernes en el castillo de Alcalá era jazz o flamenco.

Cuando la orquesta tocaba por soleá comencé a imaginar que Joaquín el de la Paula y sus sobrinos, Manolito el de María y Juan Talega, estaban sentados junto a mí. No quiero ni pensar lo que hubieran dicho, porque estos gitanos no salieron del terruño y consideraban que la soleá tenía que oler a pan caliente; si no era así, era otra cosa. Y el último gran purista del cante, Antonio Mairena, consideraba que la pureza estaba en el paisaje.

Por eso, cuando Sambeat tocaba por soleá con toda su banda orquestal entre las murallas del castillo, con el baile racial de Carmen Cortés y la endiablada guitarra de Gerardo Núñez, se me escapó por lo bajini: "¡Viva lo puro, Perico!". Porque, como diría Paco de Lucía -el último gran puro del flamenco no exento de prodigiosas contaminaciones-, la pureza está en el músico, en su sinceridad, en lo que siente cuando toca o canta algún palo del flamenco.

Perico Sambeat es de una pureza como músico que no puede discutirse, y cuando compone flamenco, es flamenco, y cuando compone jazz, es jazzista. Pero siempre, siempre, es músico, un músico grandioso. Así lo entendieron los que fueron al castillo convocados por Juan Vergillos y sus Vaivenes flamencos, con el valiente patrocinio del Ayuntamiento alcalareño, que ha dado en la tecla con este ya consolidado proyecto musical.

El músico valenciano y sus 24 músicos solistas, entre ellos el contrabajista Javier Colina, el batería Marc Miralta o el cantaor Blas Córdoba, se dejaron llevar por la magia del paisaje y el fresquito arrebujaíto con el olor a pan caliente que subía desde las tahonas.

Y nosotros, los que ya pasamos el sarampión de la pureza, disfrutamos como un cochino en un charco con el martinete, la soleá y la bulería de Perico el Humilde. Todo un clásico ya de la buena música sin etiquetar y sin fronteras.

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