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Pero Málaga sí quiere a Sevilla

el 16 sep 2012 / 15:33 h.

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Usted, buen aficionado y amable lector, tal vez quiera saber si el Chato de Vélez estuvo mejor en la soleá de Alcalá o por seguiriyas, o si La Lupi se mostró precisa en los verdiales folclóricos antes de meterse de cabeza en la serrana; tal vez se pregunte qué tal afinó Cancanilla por tangos, y si se pegó al menos una pataíta de las suyas. O quizá le gustaría que le contáramos si El Carrete se soltó la melena por bulerías, o si La Cañeta invocó al duende echando mano de su faceta más festera. Podríamos, gentil lector, sacar todas las herramientas de medición al uso para contarle cómo fue la noche de Málaga del pasado viernes en el Hotel Triana, pero no conseguiríamos transmitirle realmente lo que allí ocurrió.

Parece que Sevilla, con más de la mitad de butacas por ocupar, no quiere bien a Málaga. Pero Málaga sí quiere a Sevilla, y lo demostró dando hasta el último céntimo del talento que estos artistas llevaban en los bolsillos, y algo más: una incursión en esa zona donde ya no sólo cuentan las capacidades reales, sino las ganas; donde a la ortodoxia escolástica no le importa ser sacrificada en aras de la inspiración súbita y burbujeante. Cuantos subieron a escena ayer sabían que la capital hispalense está llena de genios del cante, el toque y el baile: si querían triunfar en la Bienal, tenían que echar mano de ese conjuro auxiliar.

Y lo hicieron. Chato Vélez, un poco nervioso, y Cancanilla, dieron sendos correctos recitales con voces llenas de jondura y poder. Ambos fueron el prólogo solemne, con La Lupi de por medio, de la marimorena que formaron primero El Carrete y luego La Cañeta. Uno con su baile vivaracho y aclaquetado, ella metiendo en la termomix a Las Grecas, Alejandro Sanz y lo pillara, encendieron la noche como una bengala. Hay quien lo hace todo perfecto y deja helado al personal. Ellos fueron todo lo contrario, y ¡mira!.

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