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Phelps atosiga a Mark Spitz

La natación siempre concita el máximo interés en unos Juegos. En Pekín, además, hay morbo, pues el actual rey de este deporte puede desbancar a una leyenda como Mark Spitz.

el 14 sep 2009 / 20:19 h.

La natación siempre concita el máximo interés en unos Juegos. En Pekín, además, hay morbo, pues el actual rey de este deporte puede desbancar a una leyenda como Mark Spitz. Para ello tendrá que ganar ocho oros.

Como suele ocurrir, nadie que viera de pequeño a Michael Phelps podía pensar que aquel niño reservado y con pinta de enfermizo sería años después uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. Criado en un ambiente familiar conflictivo por las fuertes disputas de sus padres, Phelps encontró la válvula de escape en la natación. Nadando horas y horas escapaba de casa y evitaba peleas interminables. Sus dos hermanas mayores, Hilary y Whitney, protegieron al pequeño Michael y le metieron el veneno de la natación en las venas. No en vano Whitney fue campeona de Estados Unidos en 200 mariposa en 1994. Una tarde que Phelps se entrenaba en Baltimore se acercó hasta él Bow Bow- man, quien empezó a corregirle posiciones y a mejorar su técnica. El olfato de Bowman no falló y pronto comprobó que estaba ante un elegido. Michael tenía 11 años y ese día se topó con un padre más que con un entrenador. Con el paso del tiempo, Bow- man moldeó una máquina perfecta de nadar. Un dato para avalar la fortaleza mental de Phelps: en los últimos siete años sólo ha dejado de entrenar ¡¡¡cinco días!!! A su espíritu de sacrificio, hay que unir sus cualidades genéticas. Phelps calza un 54 de pie. Dos aletas de buzo que sirven para impulsar una fuerza bruta hasta ahora desconocida en este deporte. Sus brazos extendidos miden 2.04 m. de puro músculo y tiene un gasto energético de 7.000 calorías diarias. Por eso, para que la máquina funcione, empieza el día desayunando ocho huevos fritos con varias raciones de tostadas. Cuando no está entrenando su única actividad es dormir y sólo en contadas ocasiones se dedica a su única afición conocida: tunear su vehículo de gran cilindrada. Phelps está obsesionado con su peso, que debe ser el ideal para no perder ni una milésima de segundo en el agua. Éstas son las exigencias de un fuera de serie.

En los Mundiales de Melbourne se quedó a las puertas de tumbar el récord del mito Mark Spitz. Logró siete oros, los mismos que su compatriota en los Juegos de Munich 72. Si no cayó el octavo fue de milagro. En concreto porque su compañero Ian Crocker se tiró una centésima de segundo antes a la piscina en los 4 x 100 metros estilos y el equipo quedó descalificado. Para los mal pensados, días antes Phelps le arrebató el cetro de los 100 mariposa al propio Crocker. A Phelps se le quedó un sabor amargo. En su vocabulario no existe la palabra igualar, así que en Pekín va a por los ocho oros. Ha llegado el momento, aunque ojo al aviso del sabio Spitz: "En unos Juegos hay más presión. Siento curiosidad por saber si podrá llegar a los ocho oros". Veremos si el rey se corona como el mejor nadador de todos los tiempos.

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