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«Pichardo significa fiesta en Sevilla»

El administrador de Pichardo Fiestas sabe que su negocio es el referente en disfraces en Sevilla, lo que le ha servido para afrontar con más solvencia la crisis. La coyuntura actual y el plan de tráfico del centro son dos de sus principales temores de cara al futuro

el 15 ene 2011 / 20:03 h.

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Diego Díaz Alarcón en la tienda de disfraces Pichardo de la céntrica calle Daóiz.

-Hablar de Pichardo es hacerlo de una de las tiendas sevillanas de toda la vida...
-Mi padre fue el que arrancó con el negocio en 1952, cuando abrió una tienda en José Gestoso dedicada a imprenta y a papelería después de estudiar artes gráficas. En ese momento decide abrir el establecimiento de belenes, un asunto en el que fuimos pioneros, y también el dedicado a artículos de fiesta y de cotillón. Se abren entonces las tiendas de Amor de Dios y del pasaje de los Azahares para dedicarlas a este último negocio, con idea de separar las distintas ramas. Actualmente, mantenemos la papelería primitiva, la tienda de belenes y la de fiesta. Mi padre continúa en el negocio.

-¿En los últimos años le ha crecido mucho la competencia?
-El sector está bien, nos están saliendo competidores, aunque nos afecta muy poco, tanto los que provienen de otros países como los nacionales que han decidido probar suerte en el mundo del disfraz. Lo que les falla es que Pichardo tiene todos los disfraces y todos los complementos y, sobre todo, muchos años de experiencia en el sector. Eso es lo que nos sigue asegurando la clientela, que viene hasta de otros puntos de Andalucía.

-¿Qué es Pichardo en Sevilla?
-Pichardo es sinónimo de fiesta en Sevilla. Ahora vienen muchos padres con sus hijos e incluso sus nietos a comprar como tradición familiar. Eso tiene peso para el negocio y es muy importante para su continuidad.

-¿Su problema es la estacionalidad de la actividad?
-Mantenerlo al alza todo el tiempo es muy complicado, porque los momentos fuertes son tres o cuatro al año. En cualquier caso, al estar especializado, tenemos de todo durante los doce meses. Si quieres algo de Halloween, puedes obtenerlos en enero sin ningún problema. Es una ventaja competitiva. Tenemos 800 modelos de disfraces y eso precisa una inversión para mantener el stock, no sólo de los trajes, sino también de los complementos.

-Hablando de Halloween, ¿se ha colado en la cultura sevillana?
-Totalmente. Al principio sólo se acercaban a la tienda cuatro americanos que estaban estudiando en Sevilla. En los últimos años ha habido un despliegue tremendo, que llega incluso hasta a la decoración de las casas. Lo que pasa es que estamos despistados con los disfraces. Aquí vinculamos Halloween a terror, y no es así en otros países. De hecho, es una manera de aprovechar los disfraces en otras fiestas.

-¿Cuándo vive el negocio su momento más álgido?
-En Carnaval, y ello a pesar de que en Sevilla capital no se celebran, pero sí en muchos pueblos de la provincia. Además, hay muchos sevillanos que salen fuera a disfrutar de la fiesta y también ciudadanos de Cádiz -incluso chirigotas- o Huelva que vienen a comprarse los disfraces aquí. El negocio en torno a esta fecha se mantiene durante un mes y medio. Se ha notado en este punto la competencia, pero por ahora el trozo mayor del pastel sigue siendo nuestro.

-¿Con la crisis la gente tiene menos ganas de disfrazarse?
-Ni mucho menos, aunque es cierto que han bajado un 25% las ventas desde que comenzara la crisis en 2008. De hecho, tenemos ahora el negocio más parado por eso. Pero bueno, las ganas de reírse no se pasan, y menos en el sur. Por eso, la caída del negocio se debe más a que la gente recicla los disfraces, o se los pide a familiares y amigos, pero las ganas no se quitan. Cuanto peor estás, más ganas de reír tienes.

-¿Y ha notado la crisis en otros asuntos, como con los bancos?
-No tenemos dinero en la calle, todo lo cobramos al contado. Trabajamos con muchos ayuntamientos y, aunque hay más problemas que antes, no les damos créditos, como tampoco nosotros los pedimos.

-¿Con qué tipo de fabricantes trabaja Pichardo?
-Tanto con nacionales como con internacionales. Pero hay que dejar algo claro: aunque compres los artículos en Inglaterra, provienen de China y de otros países asiáticos, pero hay una diferencia y es que pasan todos los controles pertinentes. De hecho, en algunas ocasiones, incluso las carátulas son iguales, pero no así la calidad. No sólo les pasa a los trajes; también a las pelucas y a otros artículos. Yo no compro nada sin verlo.

-¿Teme que ahora, con la economía como está, el cliente tienda a mirar sólo el precio?
-Sí. Tememos que la gente no se dé cuenta de la diferencia, y no son sólo los chinos, también hay establecimientos nacionales que no miran la calidad y sólo hacen caso de la peseta. Aquí hay calidades que no tiene nadie. Se ofrece al cliente muchas posibilidades de distintos precios. Por ejemplo: tenemos trajes de pastora a 4,50, a 22 y a 42 euros. Evidentemente no son iguales.

-¿El mercado sevillano del disfraz es distinto al de otros puntos de España?
-Sí. En el norte se compran trajes de más categoría. Todo lo que pase de 30 euros es demasiado caro para el cliente del sur.

-¿Cómo ve el futuro?
-Difícil por dos motivos. El primero, la crisis. El segundo, y no menos importante, el plan de tráfico del centro, que va a hacer mucho daño a todo el comercio. Hay mucha gente de fuera que incluso antes de que comenzara a funcionar el plan dejaron de venir porque le habían llegado campanas sobre lo de los 45 minutos. El problema va a comenzar ahora, cuando se ha acabado la euforia de las compras, porque con esta medida se va a rematar a muchos comerciantes que ya estaban mal. Incluso hay otros que ya comentan que prefieren retirarse a tiempo. Prevemos que en un periodo de tres a seis meses cierre el 30% de los establecimientos del centro. Se van a perder muchos empleos. Yo quiero seguir con el negocio, pero lo mismo nos vemos obligados a cambiar de ubicación, porque el objetivo es seguir con la tradición de los disfraces, así como mi hermana con el de los belenes. A este paso, aquí será imposible.

Perfil: Con el disfraz por bandera

Su vida laboral está unida indisolublemente a la empresa familiar, ésa que su padre decidiera poner en marcha en 1952 en pleno centro de Sevilla. "Aunque tiene 87 años, todavía manda por aquí", asegura Diego. En la actualidad, lleva la pata de negocio relacionada con los disfraces, en concreto la famosa tienda situada en la calle Daóiz, mientras que su hermana se hace cargo del negocio de los belenes, en un establecimiento cercano, en Javier Lasso de la Vega. "Cuando me licencié como paracaidista, pasé a la empresa, concretamente en 1978, y desde entonces estoy aquí". Asegura que su objetivo es que el negocio se mantenga, aunque reconoce que en los últimos años las dificultades son mayores. De hecho, no descarta mudarse a otro lugar de la ciudad.

 

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