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Piden más escuelas taller en el Polígono Sur para frenar un 50% de paro

Un estudio de la Pablo de Olavide revela que la formación prelaboral es una opción apetecible para los jóvenes que dejan los estudios, pero las plazas son insuficientes y los programas de seguimiento no tienen la estabilidad que sería deseable.

el 24 jun 2010 / 19:02 h.

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  • Las escuelas taller y los talleres de empleo están siendo la mejor alternativa para los chavales del Polígono Sur que dejan los estudios antes de completar su formación. Sin embargo, las plazas son insuficientes y los programas de intervención social con los jóvenes, imprescindibles para convencerlos de que necesitan adquirir esa formación, no tienen la continuidad necesaria porque dependen de subvenciones que hay que renovar cada año. De todo ello alerta el estudio El fracaso escolar y la exclusión social de los jóvenes en el Polígono Sur de Sevilla, elaborado por la Universidad Pablo de Olavide para buscar soluciones a los problemas endémicos de la zona, donde el paro alcanza el 50%, el doble que en el resto de Sevilla, y el 60% son analfabetos o carecen de estudios.

    "Sin duda, uno de los hándicaps que tienen los jóvenes del Polígono Sur es la insuficiente oferta de formación prelaboral. Al encontrarnos en una zona con un alto índice de fracaso escolar y exclusión laboral, se hace necesario adecuar los recursos a la demanda existente. Son muchos los jóvenes que buscan una formación alternativa y no encuentran respuesta", señala el informe.

    El análisis, realizado sobre 148 vecinos de entre 15 y 24 años, refleja que el 12,2% dejó los estudios antes de los 15 años y el 44% entre los 15 y los 17 años -la mayoría al cumplir los 16, edad a la que finaliza la escolarización obligatoria-. Con una salvedad: las cifras aumentan entre los que tienen hijos: el 25% de ellos dejó de estudiar antes de los 15 años.

    Aunque el absentismo, el fracaso y el abandono escolar son altos, los datos tienen alguna lectura positiva, como que el absentismo se ha reducido a un tercio en una década: si en 1999 alcanzaba el 23%, en 2009 se redujo al 8%, y el estudio señala que casi la mitad de los encuestados ha recalado en una oferta formativa de cara al empleo: el 21,6% realiza talleres prelaborales; el 14% asiste a una escuela taller, el 2% a FPO y el 8% a programas de cualificación profesional inicial.

    Entre los que han dejado la escuela antes de tiempo, el perfil se refiere a mujeres de los barrios más degradados -Martínez Montañés y Murillo, esto es, las 624 o las 800 Viviendas-, que abandonaron entre los 15 y los 17 años, actualmente no trabajan y viven con su familia extensa, y que admiten que alguien de su entorno inmediato consume algún tipo de droga, aunque lo reprueban.

    Para estas personas, insiste el estudio en sus conclusiones, "aunque existe una oferta de calidad" en cuanto a cursos prelaborales y laborales, "las plazas son insuficientes, y son muchos los jóvenes que se quedan sin ninguna alternativa de formación en la que adquirir las habilidades".

    En paralelo, los programas de intervención con estos chicos -primero para que no dejen la escuela, y en caso de hacerlo para que retomen alguna formación reglada-, encuentran un importante escollo: "Una de la mayores dificultades es la discontinuidad de los proyectos y de los profesionales que participan en ellos. Existe una inestabilidad en la intervención y una constante pérdida de referentes para los jóvenes" porque los programas de las entidades que trabajan en la zona "dependen cada año de una subvención" para financiarse.

    Esto último tiene una enorme importancia, ya que según el diagnóstico de las profesoras María del Castillo Gallardo y Concepción Nieto en la baja motivación hacia el estudio de estos alumnos está la simiente del problema: los estudiantes no tienen ningún interés por lo que aprenden en la escuela y sus familias tampoco. "Hay que destacar la falta de prestigio que tiene la educación en determinados grupos de la población", advierte el estudio. La falta de un entorno favorable hace que los niños lleguen sin tener interiorizados conocimientos previos necesarios para el aprendizaje, como la disciplina, la curiosidad por aprender, la concentración e incluso la higiene. Al verse incapaces de asimilar las materias pierden aún más el interés, cerrando el círculo vicioso.

    La falta de formación termina lastrando su inserción laboral, a lo que se une una estigmatización del barrio que es fuente de problemas para los que buscan trabajo fuera. Cabe destacar también el elevado número de familias que viven de la venta ambulante, "que puede generar un estilo de vida a veces incompatible" con el modelo educativo y formativo.

    El estudio recoge propuestas de mejora, en las que los vecinos se congratulan de que se aprecie una mayor implicación de la administración en el barrio, aunque creen que falta aún un control policial más continuo, la mejora de las infraestructuras y más centros educativos y formativos y un mayor trabajo con las familias.

    ANÁLISIS: Dos mundos opuestos

    Para “enriquecer” el informe, el equipo de investigación de la Olavide organizó dos grupos de discusión con perfiles opuestos: un grupo de jóvenes que abandonaron pronto el sistema educativo y no siguen ninguna formación laboral, y otro de alumnos de recursos formativos o de empleo, con distintos niveles de estudios. El abismo entre ambos es lo que separa el Polígono Sur que evoluciona del que sigue anclado en su marginalidad.

    Los investigadores destacan, por ejemplo, que el primer grupo atribuye todos los problemas de su barrio a causas externas: no tienen ni idea de qué recursos para el empleo hay en el barrio –hablan de “cursillos”, en general–, pero culpan a las instituciones de su precaria situación, llegando a decir que el robo y la delincuencia son su única alternativa. No comprenden que los programas formativos no tengan recompensa económica inmediata, y desprecian los que no conllevan un sueldo suficiente. Acusan a la Policía de implicación en el tráfico de drogas. Y no se les ocurre ninguna propuesta concreta para mejorar el barrio.

    El segundo grupo entiende que la falta de educación y concienciación de las familias afecta a la evolución escolar de los jóvenes y admite que esto ocurre más en el Polígono Sur que en otros barrios. Aunque cree que existe un estigma, admite que algunos estereotipos tienen base real en la delincuencia y conflictividad de la zona y percibe la educación como motor de cambio. Critica a los que trafican con droga, pero también a los consumidores. Y entiende que la verdadera transformación social debe nacer de la evolución de las familias y no de la ayuda asistencial de las entidades que trabajan en la zona.

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