Pero aparte de los números hay historias. Una por cada vecino que acudió a las naves municipales del polígono El Limero, con un número de orden para recoger su lote. Como Ángeles Martínez, quien confesó que se había pasado semanas sin querer salir de su vivienda por si venía otra tormenta. Con el miedo en el cuerpo. "Vamos a pintar y esperar que no vuelva a ocurrir", apuntó esta vecina de la avenida Cristo de Confalón. "Hemos tenido que hacer una obra muy grande, y las puertas no las puedo cerrar, están hinchadas por la humedad", se lamentó, aunque se mostró satisfecha de su lote porque esa pintura le va a "servir mucho".
Realmente todos esperarán a que haga mejor tiempo para usar la pintura que recogieron ayer. No se fían del cielo que a finales del año pasado se cebó con la ciudad como nunca antes, inundando un tercio del casco urbano y dejando en torno a un millar de viviendas anegadas. "Cada vez que llovía nos arriábamos", argumentó uno como explicación. Eso le pasó a Antonio Martín, que vive en el barrio del Puente, en la calle Santa Brígida, y al que le entró "un metro de agua en casa". El regalo de Bruguer le viene bien. "¿Cómo no estar contento? algo es algo, porque necesitaremos tres lotes más pero por lo menos ya tenemos uno", subrayó.
También estaba satisfecho José Ruiz, de la calle Emparedamiento, famosa por haber aparecido convertida en una laguna durante las inundaciones. "Contento estaría si me tocara la primitiva, pero con esto puedo darle una mano a la cochera y a cuatro cosas más", comentó este hombre, que perdió muebles y enseres con las riadas y no se atreve a arreglar nada en su vivienda "mientras no se seque".
Ese problema de las humedades es el mismo que tiene Carmen Rodríguez y su familia. Fueron todos -ella, su marido, su hija y el novio de ésta- a recoger el regalo. Viven en la calle Navaja, cerca de la calle Arroyo, en "una casa vieja, con muros de los que la humedad va a tardar mucho en salir", según auguraron.
Durante todo el día recogieron pintura para arreglar sus desperfectos vecinos de las distintas barriadas, como Tomás López, que vive en la calle Padilla, junto a la avenida Miguel de Cervantes. "Ya no tenemos prisa ninguna: tenemos la pintura y esperaremos a abril o mayo que mejore el tiempo para pintar y quitar las humedades", aseguró.
Para el director de marketing de Bruguer, Alberto Alvarado, la idea es "devolver la ilusión que se llevó el agua, dar una pincelada de alegría a los vecinos de Écija a través del poder regenerador del color y ayudarles a recuperarse de una catástrofe".
El proyecto solidario de la empresa no se queda en el reparto de pintura. Entre el viernes y el sábado tiene previsto pintar con más de 200 voluntarios varias partes de la calle Barquete - también en el castigado barrio del Puente - y dos edificios públicos: el polideportivo del Valle y el botellódromo, con la misma idea de devolver el color al municipio. Esta vez entre todos.
Con estas medidas esta ciudad de poco más de 40.000 habitantes va recuperando poco a poco la alegría después del durísimo trago de hace unos meses, cuando la situación llegó a tal extremo que fue necesaria la intervención de la Unidad Militar de Emergencia (UME) para evacuar a las decenas de familias que se habían quedado aisladas como consecuencia de las riadas.
