Los platónicos medievales pensaban que los nombres de las cosas existían realmente en una especie de desván del cielo, mientras los nominalistas decían que sólo eran conceptos para poder entendernos. Y eso son a pesar de malentendidos como el de la tribuna de los pobres malagueña, tan citada en lo de la ampliación de la Carrera Oficial. Aquello no es un asilo sino un topónimo, un sitio donde la dificultad del tránsito de los tronos congrega a mucha gente sin tener que pagar. Antes de que una intervención no muy feliz la dejara sin espacio peatonal, la Plaza del Duque fue otra tribuna de los pobres, aunque nadie la llamara así.
El Cardenal, de la Filosofía de los pobres ha pasado al Derecho, a hablar de propiedad para referirse a la catedral, que no es precisamente un nombre sino el edificio de una hectárea al que llegan por las calles las cofradías desde hace 450 años. Desde entonces ciudad y sociedad han cambiado; junto al concepto de privacidad se ha desarrollado el de lo público y en Semana Santa la buena relación real, no nominal, de lo uno y lo otro precisa de relaciones no menos reales entre administración católica y civil.
Luego, tras reconocer que su posición era antes la contraria, se ha hecho un lío: recrimina al ayuntamiento querer arreglar "la casa de uno" y, a continuación, no haber tenido en cuenta al Cabildo Catedral, con lo cual no sabemos si considera a éste sólo un concepto -como la tribuna de los pobres- o el propietario real. Cualquiera tiene un mal día pero dos cosas son ciertas: Rosamar podría dejar la Plaza del Duque como antes y tener un lugar popular gratuito y Monseñor saber que Platón sería un mal administrador de las sillas. Ah, y el Consejo leer en el Evangelio que no se puede servir a dos señores.
Antonio Zoido es escritor e historiador
