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Plata no es

Hay en Sevilla un monumento donde no entra casi nadie, y de cuyo interior no circulan fotos. Es la hermana triste de la Torre del Oro, la de la Plata, tantos años oculta.

el 26 sep 2011 / 18:19 h.

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La planta intermedia del monumento se utiliza como despacho de las oficinas municipales de Economía y Empleo.

No tiene pulso, apenas. La piedra restaurada de la Torre de la Plata está ida, como muerta. Su tacto, remozado en 1992, imita el de la piel lavada y perfumada de una joven lozana, pero debajo de los afeites están las cicatrices; rascando su capa arenosa aparecen las marcas de la pena y los costrones de una vieja mendiga recogida in extremis de la intemperie y conservada en estado de catalepsia. Fue orgullo del Rey Santo, meadero del lumpen, apoyo de corralón de vecinos, covacha de indigentes, ruina hecha polvo y vergüenza pública oculta a los ojos de la gente. Sería hermoso poder decir que, sin embargo, pese a sus efluvios tristes y su historial de maltrato, sus muros hoy tan limpitos saben despertar todavía en el visitante la emoción de la belleza. No es así. Será por su esaboría condición de encontrarse inscrita en una oficina municipal a la que sirve de zona noble, o por las vistas tan feas que ofrece desde sus ventanas, por lo complicado de su acceso o por el hecho de que allí no entre ni el gato, pero lo cierto es que si un drogadicto en rehabilitación pudiera convertirse en monumento, se convertiría en la Torre de la Plata.

Sus dos plantas inferiores forman parte de las dependencias de las oficinas municipales de Economía y Empleo (menudo despacho, vive el cielo). Al nivel superior, vacío, sólo se puede entrar por la azotea colindante, desde donde se ve un poquito de la Caridad y un viejo caserón de esquina singular por su vetustez y por la personalidad de su inquilina. Lo demás son vistas al aparcamiento (lo que antiguamente fue el Corral de las Herrerías) y poco más. Desde esa planta, unos asideros de hierro anclados en la pared son la única escalera que conduce a las almenas, pero está prohibido subir no sea que se caiga uno, se parta la crisma y para qué quieren más en el negociado. Por cierto: probablemente, lo mejor del monumento sea la gente que convive en él a diario por razón de su trabajo en esta oficina, en cuya planta baja, delante de las moles de piedra, han puesto un poto y un sofá (un sofalito, que es más filosófico) colorado para las visitas. Quizá, el único detalle de amabilidad que haya conocido nunca esta torre.

De utilidad:
Qué: Torre de la Plata.
Cuándo: Fue construida por los almohades en el siglo XIII y formó parte de la muralla que iba desde el Alcázar hasta el río, enlazando tanto esta torre como la del Oro y otras más, como la hexagonal que había en la Avenida (es curioso: conforme se alejaban del Alcázar, más facetas tenían las torres: cuatro, seis, ocho (la de la Plata), doce (la del Oro).
Dónde: La Torre de la Plata está en la confluencia de las calles Santander, su continuación natural llamada Postigo del Carbón y la calle Temprado. Se ve desde la Caridad, y yendo hacia el río desde la Moneda. Está inscrita en las oficinas municipales de Santander, 11.
Cómo: Actualmente no admite visitas, aunque excepcionalmente se hayan organizado para algún colegio o similar.

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