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Plazas y mercados

Hace no tantos años en nuestros pueblos el mercado laboral solía estar junto al de abastos, en otra plaza a la que llegaban diariamente -como el pescado, la fruta o la carne- todos los que sólo tenían lo que El Capital, de Carlos Marx, llamaba la fuerza de trabajo, o sea, las manos y los pies.

el 16 sep 2009 / 04:41 h.

Hace no tantos años en nuestros pueblos el mercado laboral solía estar junto al de abastos, en otra plaza a la que llegaban diariamente -como el pescado, la fruta o la carne- todos los que sólo tenían lo que El Capital, de Carlos Marx, llamaba la fuerza de trabajo, o sea, las manos y los pies.

En aquel mercado mandaban -como en los de hoy- los mayoristas, los terratenientes, por medio de un "sistema de intermediación laboral" llamado manijero. Llegaban los manijeros y, gracias a una flexibilización en la contratación cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos, escogían por ese día a unos y dejaban a otros.

Siguiendo con las palabras de anteayer del gobernador del Banco de España -apoyando propuestas de Trichet, presidente del Banco central Europeo- la reforma de aquel mercado laboral también resultaba ineludible y por eso se reformó aunque quienes compraban cada mañana fuerza de trabajo a precio de ganga y con total flexibilidad se resistieran hasta el final.

La gente comenzó a ir más a la otra plaza, la de abastos; fue más próspera por la desaparición de aquella flexibilización aunque el recuerdo del mercado oneroso y vejatorio seguro que sigue vivo en cientos de miles de cerebros.

Causa perplejidad la prudencia de la que se hace gala ante cualquier situación que pueda herir la sensibilidad y la frialdad con la que se lanzan asépticas fórmulas generales que recuerdan situaciones sangrantes y de atraso de ayer mismo; también que se diga, por un lado, que esta crisis ha de cambiarlo todo y, por otro, se propongan las medidas de siempre.

Resulta aun más sorprendente que se alaben sin sonrojo las iniciativas emprendidas por el cooperante Vicente Ferrer para centenares de miles de personas y, a continuación, se urja a poner en práctica otras que no se les parecen ni de lejos.

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