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Toros

Poderoso caballero...

El novillero madrileño justificó con creces su inclusión en la primera novillada del abono. Lama de Góngora no llegó a entenderse con el novillo de mayores posibilidades. José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, brilló con el capote.

el 28 abr 2014 / 09:25 h.

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Plaza de la Real Maestranza Ganado: Se lidiaron seis novillos de la casa Matilla: primero, segundo y cuarto marcados con el hierro de Hermanos García Jiménez; tercero y el sobrero que hizo sexto, con el de Olga Jiménez y quinto, con el de Peña de Francia. Dentro del decepcionante juego global del encierro se dejó mucho -antes de rajarse- el segundo. El cuarto fue manso de solemnidad y casi todos, rajados y deslucidos. Novilleros: Gonzalo Caballero, de aguamarina y oro, ovación y vuelta atras leve petición Lama de Góngora, de jazmín y oro, silencio tras aviso y silencio José Ruiz Muñoz, de tabaco y oro, ovación y silencio Incidencias: La plaza registró dos tercios de entrada en tarde espléndida y primaveral. Dentro de las cuadrillas sobresalieron Curro Robles y Maguilla González. Gonzalo Caballero mereció la oreja que casi no le pidieron. Se había fajado de verdad con entrega consciente –mejor administrada que en sus inicios– con el manso y rajado novillo que saltó en cuarto lugar. El novillero madrileño se dio cuenta muy pronto que sólo podría plantarle batalla en el terreno de sus querencias, pegado a la puerta de chiqueros que ya había buscado desde los primeros tercios. Y allí se fue más que dispuesto a pesar de las enormes dificultades que planteó a sus hombres de plata para ser banderilleado. Pero él estaba seguro y supo calar en el público gracias a la resuelta y entregada actitud de una faena que brilló más y mejor en los muletazos dichos a favor de querencia. Pero en todos, absolutamente en todos, se la jugó sin cuento. Sabía que la oreja podía estar en su mano y se echó a matar sin muleta agarrando una estocada trasera de la que el novillo tardó en morir. La labor de Gonzalo Caballero estuvo presidida por la entrega y el valor, que le sirvió para dar una vuelta al ruedo después de despachar al cuarto de la tarde. / Foto: José Luis Montero La labor de Gonzalo Caballero estuvo presidida por la entrega y el valor, que le sirvió para dar una vuelta al ruedo después de despachar al cuarto de la tarde. / Foto: José Luis Montero Esa tardanza pudo enfriar los entusiasmos para escamotear un trofeo que habría sido digno premio para toda su actuación. Antes había echado toda la carne en el asador con el serio ejemplar que hizo primero, brindado a su banderillero y maestro Curro Robles después de que cuajara dos grandes pares. No le importó que el novillo –tardo y probón– se asomara por encima del palillo. Llegó a encontrar el mejor trazo por el lado izquierdo a pesar de los medios viajes que aguantó siempre con estoica serenidad. Hasta se lo pasó por la espalda jugándose la voltereta aunque, eso sí, le sobraron las accidentadas bernardinas finales antes de abrochar su labor con una estocada trasera que fue suficiente. Ha progresado y mantiene intacta su entrega. Bien. El caso es que el festejo anunciaba al esperado Lama de Góngora, que ayer sorteó el novillo de mayores posibilidades –que fue el segundo– sin llegar a entederse por completo con él. Fue un animal con fuertes querencias que antes de rajarse por completó brindó un puñado de arrancadas que podrían haber dado un vuelco a la tarde. Pero Lama no encontró el hilo aunque dejó algunos retazos de su calidad en un ramillete de naturales rematados con una leve trincherilla. Eso fue todo: el deslucido quinto no era toro para hacer demasiados exámenes. Apretando para adentro, esperando siempre en las rayas, tomó la muleta a trompicones antes de claudicar y renunciar a la pelea. Pero la tarde también escondía el morbillo de la presentación de José Ruiz Muñoz, sobrino nieto de Curro Romero, que hizo palpable el espejo en el que se mira desde que se abrió de capote con el tercero. Brilló en esos lances iniciales de capote chico, empaque heredado y vuelo leve de la bamba. Con la muleta también dejó algunos detalles para los fieles. Los que buscaban la reencarnación del Faraón de Camas le jalearon todo y el chaval anduvo sin dificultades aunque demasiado condicionado por el poderoso modelo familiar. Era el día de su presentación con picadores y el manso sobrero que saltó en sexto lugar sí evidenció su lógico verdor.

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