Cultura

Poeta hasta el último minuto

Colegas y amigos evocaron esta semana la figura de Fernando Ortiz, entregado a los versos siempre, fervoroso defensor de sus autores predilectos y crítico refinadísimo

el 29 nov 2014 / 12:00 h.

Fernando Ortiz supo armonizar como pocos al poeta, al crítico y al articulista que habitaban en él. / Antonio Acedo Fernando Ortiz supo armonizar como pocos al poeta, al crítico y al articulista que habitaban en él. / Antonio Acedo Fernando Ortiz falleció el pasado mes de enero, y el primer aniversario de su desaparición parece una buena excusa para recordarlo como se merece en su tierra, Sevilla, valorar su legado y examinar la huella que ha dejado en las letras andaluzas, las mismas de las que fue atento estudioso. Con este propósito han tenido lugar esta semana en la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras unas jornadas de homenaje en la que han participado colegas y amigos. La poesía de Ortiz, su labor periodística y crítica, así como el papel que el autor de Pasos que se alejan jugó en las letras sevillanas desde los años 80 hasta su muerte, fueron algunos de los asuntos abordados en estas sesiones. En palabras de uno de los participantes, Juan Lamillar, «de Fernando, y esto lo subrayamos todos, destacan su vocación poética y la gran firmeza de sus convicciones», comentó. «Era apasionado y radical. La poesía fue su pilar no solo en su obra literaria, sino también en su obra crítica y periodística. Siempre tuvo especial preocupación por la lírica andaluza, a la que dedicó páginas estupendas». «En lo personal», añadió Lamillar, «recuerdo que cuando conocí a Fernando –era yo muy jovencillo–, fue el que me puso en la pista del grupo Cántico, por ejemplo. Los poetas que le han gustado ha tenido siempre en él un valedor muy firme». Otro poeta que conoció muy bien a Ortiz, José Julio Cabanillas, destacó su faceta como articulista, y especialmente su vinculación a El Correo de Andalucía, donde firmó muchos años. «Fernando siempre le estuvo muy agradecido al periódico y al redactor jefe que le apoyó, Antonio Avendaño, asegurando siempre que no le habían puesto ni una traba, ni un solo amago de censura. Fue siempre libre en esas páginas», recordó. «Estaba convencido de que el articulismo tenía que ser literario, o de lo contrario no era articulismo. Una vez le conté que iba a empezar a escribir columnas. ¿Cuántos caracteres?, me preguntó. 1874. No te preocupes, me dijo, hazte una plantilla de ordenador, y cuando lo hayas practicado dos veces ya sale solo. Para él escribir columnas era una labor como la del sonetista, ahí está todo contado y medido, con un lenguaje muy tensionado», afirmó. «También solía decir que un columnista que ponía su nombre en el periódico debía hablar personalmente con cada uno de sus lectores, no con todos a la vez. Representaba una tradición que se va perdiendo, si es que no se ha perdido ya», apostilló José Julio Cabanillas. Desde Arcos de la Frontera vino otro poeta, Pedro Sevilla, glosó la figura de Ortiz como crítico. «En algunas cartas me habló de la importancia de que cada poeta encuentre su voz propia, como lo habían hecho Cernuda y Julio Mariscal, razón por la cual siempre sonaban a nuevo. Daba siempre muy buenos consejos», dijo. «Recuerdo que a finales de los 90 estuve hospitalizado en Sevilla, y vino a verme trayéndome libros y ánimo. Concretamente recuerdo uno que él mismo había escrito y que me gustó mucho, que se titulaba Pequeña historia de una gran ciudad, que habla de Sevilla. Tenía con su pueblo las mejores relaciones que se pueden tener, aunque cuando uno quiere tanto a algo siempre hay algo de amor y odio». «Fernando fue un poeta muy importante cuya obra todavía no ocupa el lugar que se merece», comentó Javier Salvago, alumno aventajado del autor, quien no duda en equiparar la dignidad como poeta de Ortiz con la dignidad con que sobrellevó su enfermedad durante mucho tiempo. «Hasta el día antes de morir me mandó un poema», asegura Salvago. «No estaba en los circuitos de influencia, y también es cierto que se había enfadado con muchos de los que mueven los hilos en las letras españolas», recordó con una sonrisa, «pero creo que se merecía la Medalla deAndalucía, porque hizo mucho por la poesía andaluza. Fue un joven maestro que mejoró muchos poemas de mucha gente con sus consejos», concluyó.

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