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Por el recuerdo de Marta

En pocas ocasiones, una sociedad sufre una conmoción tan general y sentida como la que está viviendo Sevilla por la desaparición de Marta del Castillo Casanueva y por la posterior confesión de su muerte a manos de su ex novio, Miguel, un chico de 20 años al que habría ayudado su amigo Samuel en la terrible tarea de deshacerse del cuerpo de la joven tirándolo...

el 15 sep 2009 / 22:43 h.

En pocas ocasiones, una sociedad sufre una conmoción tan general y sentida como la que está viviendo Sevilla por la desaparición de Marta del Castillo Casanueva y por la posterior confesión de su muerte a manos de su ex novio, Miguel, un chico de 20 años al que habría ayudado su amigo Samuel en la terrible tarea de deshacerse del cuerpo de la joven tirándolo al río a la altura de Camas. La historia es sobrecogedora y ofrece tantas piezas todavía sin ajustar que las interpretaciones ciudadanas sobre lo ocurrido se han tornado inevitables. El caso está bajo secreto de sumario y la Policía Nacional, a la que hay que alabar su esfuerzo y su eficacia, sigue trabajando en la resolución completa del caso. Por tanto, queda aún tiempo para tener acceso a un relato pormenorizado de lo que acaeció la noche del sábado 24 de enero.

Ahora, lo primero es arropar con el cariño de todos a una familia que ha perdido a una hija adolescente de una forma cruel: víctima de un crimen terrible y con el agravante de que aún no la pueden ni enterrar, pues su cuerpo se halla aún desaparecido en algún punto no identificado del Guadalquivir. En una situación así, sólo queda para ellos el consuelo del cariño que le presten sus familiares y amigos cercanos y la solidaridad de una sociedad que ha sentido como propio el destino trágico de esta chiquilla de la calle Argantonio.

La familia, aún bajo el choque emocional de la confesión de Miguel, el presunto asesino de su hija hasta que no lo condene un tribunal, reclamó el sábado por la tarde justicia para quienes han cometido una fechoría tan execrable. El tío de la adolescente, Javier Casanueva, hizo hincapié en que la familia luchará para que "el asesino de Marta y su cómplice no salgan en pocos años, como estamos hartos de ver" y aseguró que "no se puede ser blando con asesinos calculadores ni pensar que puede haber reinserción de dos personas que han actuado tantos días con tanta frialdad".

Con sus palabras, la familia hace suyas las reivindicaciones de quienes han sufrido tragedias similares y reclaman un trato justo. Su actitud es comprensible, pero deben de saber que el Código Penal, cuya última reforma ha endurecido su régimen de condenas, ampara esta solicitud y da cobertura legal al castigo que le corresponde a quienes cometen una acción tan deleznable como ésta.

Pero aparte de este debate sobre la condena que se merecen los responsables de este asesinato, sería esconder la verdad no reconocer que un crimen tan atroz como el de Marta del Castillo ha abierto otros debates en la sociedad española, todos ellos ligados a las nuevas maneras de relacionarse de los jóvenes y sobre todo, a su modo de comunicarse a través de las redes sociales de internet. En estas últimas tres semanas, hemos asistido a una acumulación de informaciones sobre los peligros de la red de redes en manos de adolescentes que aún son más niños que adultos y sobre la supuesta falta de sentido de la responsabilidad y de conocimiento del bien y del mal que puedan tener algunos jóvenes.

Esos debates son necesarios, pero en el análisis del asesinato de Marta del Castillo están de más, pues lo ocurrido en Sevilla no admite un estudio sociológico: se trata de un puro suceso criminal. Aquí estamos hablando de tres chicos con sus nombres y apellidos, dos de ellos mayores de edad, que cometen un hecho atroz y son capaces de aguantar tres semanas, en medio de una presión extraordinaria, sin confesar los hechos, y si al final lo hacen, es porque la Policía les presenta pruebas de cargo que les incriminan y después de horas y horas de interrogatorio se derrumban.

No queda más remedio que detenerse a pensar en qué puede pasar por la mente de un joven de 20 años que es capaz de matar a golpes a una antigua pareja suya y que, lejos de entregarse de inmediato a la Policía, llama a un amigo para que le ayude y, presumiblemente junto al menor detenido anoche, se desembarazan del cadáver tirándolo al Guadalquivir. Su frialdad sobrecoge, y es uno de los motivos de que la conmoción sea aún mayor: da miedo enfrentarse a tanta insensibilidad y crueldad.

Ante esto, la sociedad española sólo debe esperar que las investigaciones policiales concluyan con la máxima eficacia posible y que los culpables de este crimen se presenten ante el juez que los juzgue sin posibilidad ni resquicio alguno de escapatoria para que caiga sobre ellos el peso de la ley y paguen lo que tengan que pagar. Es lo mínimo que puede esperar la familia Del Castillo Villanueva y lo menos que se puede hacer por el recuerdo de Marta.

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