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Por la sombrita de Nervión

el 15 jul 2011 / 19:55 h.

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La sombreada escalera del centro comercial.

Si tira de hemeroteca -en la edición digital, por ejemplo- recordará cómo ya le hemos propuesto sobrevivir a la sombra en rutas que van de la Plaza Nueva a la Plaza del Museo y de la Puerta Osario a La Campana. Rizando el rizo, ¿sería posible tamaña osadía si se plantea marchar a pata desde la Gran Plaza hasta el imposible solanar de la Estación de Santa Justa, allí donde la vida se resiste a perpetuarse?

Cierto es que en esta ruta tirar la toalla es más factible que en las anteriores. Y eso que no empieza mal. La Gran Plaza, con sus soportales sombreados y sus tentaciones en forma de cafés y restaurantes, presagia una agradable marcha. Los nostálgicos echarán de menos hacer una pausa en La Ponderosa, nada más alejado del célebre rancho de Bonanza, que este establecimiento que en 2003 bajó la persiana para mutar en un supermercardo sin mucha alma. "Ahí había un montón de veladores con una sombrita divina", dice Marcos García, un vecino que añora los tiempos grandes del lugar. "¿Busca el fresquito? Entonces váyase a Nervión Plaza", espeta el buen hombre en pleno arrebato propagandístico. Sin comisión, que se sepa.

Antes de continuar andando por Eduardo Dato más vale que determine bien la acera adecuada. Por la mañana la del Hospital San Juan de Dios, por la tarde, la de enfrente. Y no se le ocurra así como así cambiarse de bando porque por aquí los coches cogen carrerilla, será por los baches que tiene el asfalto que motivan a algunos conductores de Renault 5 a apretar el acelerador. Otra explicación sería aún inverosímil. A qué negar que este tramo no es un dechado paisajístico. Conviene seguir andando para luego apretar el paso -en el caso de que tenga usted un corazón verdiblanco- o recrearse, casi mecerse, con ojo de no llegar a bailar la Lambada en plena calle, si el Sánchez Pizjuán le arrebata y le enciende las pasiones. Pero haga el favor de admirarlo con perspectiva, no ose en pisar el albero: Bajo los naranjos se ve lo mismo y no se expone a ser fulminado por un rayo de sol teledirigido desde el Villamarín.

Llegan ahora unos metros gloriosos, especialmente si es la hora de comer. Unos pinchos en la taberna vasca, dos cortados -uno por cada cafetería instalada en la zona- y, entre medio, un libro de Saramago adquirido en la librería Beta, bien despachado de páginas. Hágalo aunque sólo sea por invertir en el apurado negocio local.

El kilómetro y medio que separan nuestros dos puntos le tomaría, en condiciones normales, una media hora de tiempo en recorrerlo. Pero en el sitio en el que nos encontramos es posible que sea fagocitado por algunos de los dos gigantes comerciales -Nervión Plaza y El Corte Inglés- y no le veamos el pelo en un buen rato. Al menos en el interior de ninguno de ellos necesitará de nuestra ayuda. ¿Ruta de la sombra? Para qué pudiendo hacer la ruta de las tiendas. Empeñados en lo primero si no sucumbe a sus instintos y su tarjeta respira aliviada podrá continuar la senda advirtiéndole que en la acera de Los Lebreros corre con más salero el fresco, será que los naranjos están más creciditos en este lado y a poco que azuce el viento se nota más, ya sabe aquello de que las hojas hacen de ventilador.

Pasar de Luis de Morales a Kansas City atravesando Luis Montoto puede costarle un disgusto, o lo que es lo mismo, un pinchazo de calor en la calva -si es el caso-. Viene la etapa más delicada. No es cuesta arriba pero tendrá que andar zigzagueando para llegar ileso. Tome nota, por los bajos se deambula mejor. Luego los soportales del extinto El Mirador le darán respiro. Y ahora sí, coja aire, o una botella de oxígeno si se ve muy apurado, escale la cuesta y ¡voilà!, Santa Justa. ¿Que quería usted ir a Chipiona? Pues la ha hecho buena.

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