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Por las tiendas de los abuelos

El eje que forman las calles Puente y Pellón hasta Francos trata de sobrevivir en medio de una espiral de crisis económica, obras y falta de acceso. Algunos ya han echado el cierre.

el 07 ago 2010 / 20:25 h.

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Las Tiendas Peyre, cerradas, mientras un hombre teje cordones para la colindante Cordonería Alba.

Un álbum de recuerdos, un escaparate de otra época. Hay cosas en el eje desde la calle Puente y Pellón a la calle Francos que lo convierten en el cuarto trastero del centro de Sevilla. Comercios de principios del siglo pasado, una rueda para hilar cordones a mano, Curro, la mascota de la Expo en forma de atracción para los pequeños. En medio, muchas persianas bajadas de tiendas que han echado el cierre. Y muchos comerciantes que tratan de mantener a flote las tiendas de sus abuelos. Pero a veces hay enemigos contra los que es difícil luchar y, cuando hay que abandonar la batalla, duele, y mucho.

El viernes abrió por última vez Siete Puertas, el comercio de telas que desde hace más de un siglo ocupa un local al principio de la calle. No ha sido el único. En Puente y Pellón hay, al menos, cuatro locales vacíos; en la calle Lineros, cinco; en la Plaza Jesús de la Pasión, dos han echado el cierre; y en la calle Francos, con algunos tramos de auténtico desierto comercial, nueve. ¿Qué está ocurriendo?
-¡Adiós, Lucas! ¿Ya de vacaciones, no?
-Digo, ¡hasta la vuelta!

En realidad, Lucas no se llama Lucas, se llama Vicente, Vicente Carrasco. Quien le dice adiós es Victorio, de Victorio&Lucchino. El único Lucas que hay en esta escena es Casa Lucas, la tienda de ultramarinos que regenta Vicente y que fundó su abuelo hace casi 90 años. De ahí que le cambien el nombre.

"El problema es que se ha empezado la casa por el tejado, se queja Vicente. La misma protesta la suscriben José Manuel Peña, la tercera generación de la mercería Peña; Pedro Estrada, de Estrada Modas, abierta desde 1941; y, por supuesto, Joaquín Iglesias, propietario de Siete Puertas. "La crisis, la falta de movilidad y el Metropol de la Encarnación, que empezó como una ilusión y se ha convertido en una pesadilla, nos han apuntalado", denuncia Joaquín.

Los comerciantes, especialmente los de las tiendas más castizas, consideran que han perdido una parte importante de su clientela, las personas de mayor edad. "Te lo dicen directamente: no podemos venir", cuenta José Manuel Peña. "Antes la Encarnación era un centro de paradas importante; ahora, tienen que andar 500 metros y hay gente que no puede", se queja Pedro Estrada. "Y lo próximo, la restricción de tráfico en el Centro que limitará a 45 minutos el tiempo que puede estar aparcado un coche", continúa Pedro, refiriéndose a la normativa que entrará en vigor en septiembre.

La época en la que Puente y Pellón y Francos eran el centro neurálgico del comercio parece que queda muy lejos. Muchos casi han visto pasar su vida por allí, como Jesús Spínola, dueño de la Cordonería Alba, abierta desde 1904. Junto a la puerta de su tienda luce una rueda aún más antigua, de 131 años, con la que hace parte de sus cordones, "artesanía pura". La historia se repite pues él es la tercera generación que se encarga del negocio, heredado de su padrino, Manuel Alba. "Recuerdo cuando tenía cuatro o cinco años y veía la Semana Santa desde el balcón de arriba". Pero dice que no podría elegir un solo día, que todos son especiales. "Hace tres meses vino Pascual Maragall. Estaba paseando con sus nietas, entró y le encantó".

Jesús pertenece al minoritario sector de los optimistas. Su tienda, en la calle Francos, ha sobrevivido "luchando muchísimo". Confía en la gente nueva que está llegando a la calle y abanderando iniciativas, al tiempo que reconoce que nadie apostaba por ellos. "Nos reunimos y hemos organizado actos como una torrijada, un mercadillo, el alumbrado de la calle con velas cuando no nos pusieron las luces de Navidad...". Los más jóvenes tienen menos cansancio acumulado. Más si acaban de llegar. Es el caso de Jordi Fernández, que hace un año abrió la joyería Olmer Weber y mira con esperanza de puertas para afuera. "La zona me gusta, espero abrir dos o tres tiendas más".

El extremo opuesto se encuentra a pocos metros, en la Plaza Jesús de la Pasión. Remedios Sánchez es dependienta de Bugatto, una tienda de complementos de novia y comunión. La tienda tiene 21 años y la propietaria lleva dos poniendo dinero de su bolsillo para sobrevivir. "Si cuando acabe el año no funciona, se cierra", sentencia resignada. "¿Qué es lo último que ha vendido?". "Un cojín de novia de 21,50 euros. La única venta de toda la mañana y ya son casi las dos. ¿Tú te crees que se puede vivir así?".

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