Prieto-Castro, Ortiz Gómez y Arenas presidieron la mesa del cabildo de toma de horas del Consejo.El Polígono Sur es reconocible por muchos detalles, uno de ellos es que las puertas de los edificios permanecen blindadas, mientras que las cancelas de la mayoría de los colegios están abiertas de par en par. Una puerta abierta en una escuela de Nervión puede ser un indicio de peligro, por si algún niño se escapa y, sin querer, sale del centro. Pero cuando los maestros de las Tres Mil deciden dejar abierta la cancela que da a la calle lo hacen justo por lo contrario, para que algún niño se escape del barrio más desfavorecido de Sevilla y, casi sin querer, entre en la escuela.

Conocer este detalle es clave para entender cómo dos de esos colegios -que están muy por debajo de la media de rendimiento académico andaluz- han sido reconocidos por el Ministerio de Educación como los mejores de España: el Manuel Giménez Fernández, en La Oliva, ha logrado el primer premio de educación compensatoria, para niños con dificultades socioeconómicas; y el Andalucía obtuvo el Marta Mata, al mejor proyecto educativo del país.

Ninguno tiene los mejores resultados académicos de España, pero cuando el ministerio envió a sus inspectores a conocer estos colegios por dentro, encontraron las puertas abiertas y un continuo flujo de personas entrando y saliendo desde las siete de la mañana hasta las siete de la tarde: madres que asistían a clases de alfabetización, de deporte, de informática; catedráticos y alumnos universitarios que prestan apoyo voluntario a los profesores en clase; organizaciones gitanas y entidades sociales que organizan talleres por la tarde; ONGs contra el absentismo; familias que preparan comidas colectivas en el patio; personal de apoyo del Ayuntamiento, de la Junta, del Comisionado para el Polígono Sur; maestros de la escuela de al lado y del instituto de en frente...

Los inspectores quedaron abrumados por su capacidad para interrelacionar con el barrio. Quizá porque la implicación directa y emocional de las familias con la escuela de sus hijos y con la labor del maestro es lo que el Gobierno más se esfuerza en potenciar, lo que más le cuesta, el eslabón roto que impide que la educación en España evolucione. Pero, ¿por qué aquí lo más básico, como leer, escribir y asistir a clase, es lo más difícil y lo más difícil parece lo más básico?

"Nuestros maestros están tan encima de los alumnos como de sus familias. Son flexibles en sus tutorías, se adaptan a cualquier hora que piden las madres y dejan abierta la cancela para que desde fuera se vea que el colegio siempre está abierto", explica Ángela Molina, jefa de estudios del Andalucía. Para conseguir ese compromiso docente, la Junta retiró de concurso las plazas de interinos, asegurando así la continuidad de los docentes temporales con un proyecto educativo concreto.

La adversidad. Es evidente que la estructura del Polígono Sur ha obligado a las familias y a los maestros a parapetarse juntos en la educación como vía de escape. Los profesores saben que muchos de los padres de sus alumnos no tienen ocupación, o incluso fantasean con la economía sumergida y la delincuencia. Pero sus hijos siguen yendo a la escuela, sus profesores les van a buscar a sus casas y aleccionan a las familias para que les lleven puntualmente a clase. Aquí los maestros no están maniatados por el pudor social que, en otros barrios de Sevilla, impide decirle a la cara a un padre que no está tomándose en serio la educación de sus hijos. Esa excepcionalidad también es una creación propia del Polígono Sur.

En los seis barrios que conforman la zona existe un 40% de desempleo y de analfabetismo. La delincuencia no es significativa, porque la gente no roba en su barrio, pero tienen bastantes vecinos reincidentes por tráfico de droga, chavales que empiezan a mover papelinas a los 12 años y heroinómanos supervivientes de los noventa que aún deambulan por las aceras. Las Vegas, que está a las puertas del colegio Andalucía, sigue siendo la principal zona de venta de drogas de Sevilla.

Este escenario adverso hace que no exista más espacio público que un colegio, y decidir que debe servir de lugar de encuentro y aprendizaje para el vecindario es toda una lección. Ni el ministerio ni los colegios premiados han dudado un instante de que el espaldarazo se lo llevaba el Polígono Sur y el estilo educativo que inspira. Las dos escuelas distan la una de la otra 500 metros en línea recta. "Cuando llegaron los inspectores, toda esa bolsa flotante de colaboradores externos que tenemos se volcó. Los del ministerio nos dijeron: da vértigo coordinar a tanta gente. Pero funciona", dice Sergio, jefe de estudios del Manuel Giménez Fernández. "Estamos cambiando la mentalidad. Ya no nos enorgullecemos de que uno de nuestros buenos estudiantes consiga salir del Polígono Sur para estudiar en un instituto de otra zona. Ahora queremos que se quede, porque aquí podemos desplegar calidad", dice el director, José Soto.