Cuando uno cruza el umbral del pabellón mudéjar que cobija al Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, en pleno Parque de María Luisa, se tiene la sensación de iniciar un viaje en el tiempo. No a un tiempo pretérito, pero sí lo suficientemente curioso y singular como para que cuanto se nos muestra lo sintamos extraño en nuestras vidas o, si ya tenemos cierta edad, con nostalgia por el recuerdo de lo vivido y lo pasado.
Estos días esa sensación se acrecienta aún más si cabe a propósito de la exposición La imagen viajera, compuesta por 157 postales, más una pantalla táctil en la que abrir un millar más, que nos remiten a una realidad preindustrial, casi artesanal, en blanco y negro por supuesto y plagada de rostros, ropajes y oficios que impactan en el espectador activándole su memoria o lo aprendido en los libros de historia.
Paso a paso y a través de cada una de las 157 postales que el museo exhibe hasta el 20 de febrero, uno se va dejando seducir y adentrándose en la España de finales del siglo XIX y principios del XX. Hombres trabajando en el campo, fiestas, fábricas de armas, bares, toros y paseos. Un recorrido único por los aspectos cotidianos de aquella España que hoy se nos antoja demasiado lejana porque el progreso se abre camino cada vez con mayor celeridad.
La idea de la exposición La imagen viajera es una de las consecuencias positivas de la adquisición de más de 6.300 postales antiguas que realizó la Consejería de Cultura, que gestiona el Museo de Artes y Costumbres Populares, a un coleccionista en 2008.
Este fondo se vino entonces a unir con el que ya poseía la institución. Para conservarlo en condiciones, los técnicos del museo lo han clasificado por temática, han revisado el estado de conservación de las postales y han procedido a su digitalización.
Una vez estuvieron en perfecto estado de revista, y dado el interés del museo de divulgar sus fondos, se procedió a realizar una selección para su exposición. "No ha sido una tarea fácil por la gran cantidad de ellas que tenemos", explica María Venegas, del departamento de Difusión del museo.
La importancia de esta exposición no reside sólo en erigir al visitante en testigo excepcional de una época y unas costumbres preindustriales en su mayoría desaparecidas, sino que también da cuenta de la evolución de una forma de comunicación que gozó de gran aceptación a finales del siglo XIX: las postales.
Las postales comenzaron a proliferar como forma de comunicación popular a mediados del XIX. se trataba de un sistema barato e impersonal. Las fotografías se tomaban como algo excepcional.
Pasado el tiempo, postal y fotografía se unieron y dieron en el clavo. Los turistas fueron sus primeros consumidores. "Tanto fue el éxito que pronto surgieron los primeros coleccionistas y se comenzaron a celebrar congresos, intercambios, publicaciones...", ilustra María Venegas al respecto.
Puesto que los primeros consumidores de postales fueron los turistas, la temática estrella reproducía los edificios más famosos. Poco a poco, quienes se dedicaban a ellas se percataron de que lo más reclamado eran aquéllas en las que aparecían los tópicos y costumbres que diferenciaban España del resto de Europa.
Esto explica por qué museos como el Artes y Costumbres Populares se afanan por reunir postales, dado su carácter etnográfico. "Gracias a las postales hemos podido documentar muchos acontecimientos", sintetiza Venegas.
Y vistas en su conjunto, las postales son una radiografía de la España que fue y de la que quisimos dejar constancia explícita ante los foráneos.
Las postales que se exponen se clasifican por temática. Aparecen los tópicos, las fiestas, los deportes y ocio, el comercio, los medios de transporte y, cómo no, la vida en la calle.
