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Preámbulo colorista a la Feria de Abril

Más de cien coches de caballos procedentes de España y Europa, algunos construidos en el siglo XVIII, participaron ayer en la vigésimo tercera edición de la Exhibición de Enganches, un espectáculo lleno de plasticidad y belleza que hizo las delicias de aficionados y profanos.

el 15 sep 2009 / 02:51 h.

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Más de cien coches de caballos procedentes de España y Europa, algunos construidos en el siglo XVIII, participaron ayer en la vigésimo tercera edición de la Exhibición de Enganches, un espectáculo lleno de plasticidad y belleza que hizo las delicias de aficionados y profanos. Casi lleno en la Maestranza en este prólogo colorista a la Feria.

Los vendedores ambulantes buscan la sombra de la calle Antonia Díaz para extender sus tenderetes y mostrar su mercancía: almohadillas rayadas y sombreros de cow-boy. Es domingo de preferia y en los alrederores de la plaza de toros de La Maestranza reina un ambiente que parece sacado de un cuadro de trazos costumbristas.

Aislada de la presencia de vehículos, la calle Adriano amanece convertida en un auténtico museo viviente de carruajes de época. Damas engalanadas con traje de flamenca o mantilla blanca, cocheros con sombreros de copa o bombín y lacayos ataviados a la usanza del siglo XIX, con sombrero calañés y pañuelo en la cabeza, dan vida a esta colección antológica del carruaje.

Desde el remanso de paz de sus altares, Piedad y Caridad, las Vírgenes baratilleras, se desperezan esta mañana entre el relincho nervioso de caballos, el tintineo de los cascabeles y el repiqueteo impaciente de los cascos de los cuadrúpedos sobre el asfalto.

A la espalda del coso taurino va tomando cuerpo y organizándose la que, por derecho propio, se ha convertido de unos años a esta parte en la concentración de coches de caballos "de mayor calidad" en todo el mundo, como así presumen sus organizadores, el Real Club de Enganches de Andalucía.

Antes de saltar al ruedo del coso del Baratillo, todos los coches participantes en la parada se someten a la labor fiscalizadora de los jueces, que a pie de calle y bolígrafo en mano inspeccionan uno a uno y de forma rigurosa la presentación de los carruajes.

El ojo clínico de los jueces, algunos llegados de Italia y Francia, desnuda de un solo vistazo las imperfecciones de los coches. Se valora el estado y la limpieza del enganche y sus accesorios, la presentación y el herraje de los caballos, con sus crines bien trenzadas y las colas recogidas, el ajuste de las guarniciones, bien engrasadas y limpias, así como la vestimenta de lacayos y pasajeros.

Luego, llega la hora de valorar las evoluciones de los carruajes sobre el albero maestrante, fase del concurso en la que entra en juego la maestría y el arte en la doma del cochero. La expectación es máxima. A las doce del mediodía, los tendidos de la Maestranza rozan el lleno en una mañana de nubes y algo de viento.

El espectáculo comienza con la entrada en el coso de las banderas de España y Andalucía, portadas por un escuadrón de caballería de la Policía Nacional, y la audición de los himnos, que el respetable escucha puesto en pie.

La primera vuelta de honor al ruedo correspondió, fuera de concurso, al coche que ocupaba el presidente de la Real Federación Hípica Española, Javier Revuelta Peral, entidad invitada de honor este año, así como al enganche en el que viajaba el modisto Tony Benítez, jurado del concurso a la Mejor Mantilla Española.

Fue a partir de entonces cuando, por tandas, saltaron a la pista los más de cien coches inscritos en esta edición, algunos construidos en países como Inglaterra, Holanda, Francia, Dinamarca, Italia, Alemania o Estados Unidos.

Carruajes creados en su día para servir como correos o como coches de caza, para los viajes o para el transporte público hicieron las delicias de los presentes con sus evoluciones, al paso o al trote, sobre el piso maestrante.

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