El hecho de que El Correo de Andalucía conmemore sus 110 años de existencia es una buena oportunidad para recordar lo que supone un periódico en la vida de una comunidad. O, expresado de otro modo, lo que supone la libertad de información y quienes tienen la responsabilidad de ser vehículo de ella. Mientras que el presente siembra de incertidumbre nuestro futuro, individual y colectivo, y nos interroga acerca de la bondad de las decisiones del pasado reciente, esa información publicada y esas personas que trabajan con ella nos recuerdan que, para el lector, lo acontecido reclama buena narración y certera explicación que sirva, sobre todo, para entender lo que ocurre.
Quizá por eso, en estos tiempos, alabamos las firmas inteligentes, los comentarios precisos y la claridad en lo escrito. Ahora que muchas noticias nos recuerdan, de nuevo, temas a los que no hemos sido capaces de dar una buena respuesta -el Vaticano y su comportamiento en el caso Eluana; la (des)memoria histórica que decora nuestras calles y hasta nuestros archivos; la fragilidad de un modelo de vida consumista alterado por colectivos vulnerables que reclaman atención; el desempleo más como antesala de la desafección social que como mero indicador económico; la corrupción como biopsia de la conducta democrática de partidos políticos, ...- no está mal que haya medios de información que, de verdad, hagan de la palabra escrita un ejercicio público de compromiso con el futuro para que, entre todos, podamos avanzar en poner orden intelectual entre lo que es importante y lo que no lo es para nuestra existencia ciudadana. Quizá por eso, y especialmente ante la pobreza de ideas de otros actores sociales, hay medios y periodistas que son referentes, refugio y guías de porvenir.
Licenciado en Historia
