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¡Presenten armas!

Adéntrese en el Museo Militar, uno de los lugares más desconocidos de la  ciudad

el 02 jul 2011 / 19:14 h.

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Una recreación en maqueta, de la conquista de Sevilla por el Rey Fernando III el Santo

Desconocido por muchos e ignorado por otros. Se trata de uno de los Museos más importantes de la geografía nacional en cuanto a Patrimonio Histórico se refiere. Y está, ahí mismo, en su ciudad. El corredor interior de la Plaza de España acoge esta singular galería de la historia bélica. Soldaditos de plomo, cañones, fusiles, torpedos, uniformes, maquetas o el mismísimo despacho del General Queipo de Llano son algunas de las piezas que el visitante puede ver durante su recorrido por el Museo Histórico Militar.


Nada más cruzar el umbral de entrada una bandera patria le recibe. Ya se nota el sentimiento fervoroso, a qué engañarnos. La visita comienza en una diáfana sala, dos grandes arcones coloniales del siglo XVI le darán la bienvenida. En ellos viajaban el oro y metales preciosos, con los que los galeones españoles regresaban del nuevo Continente. Se augura la riqueza artística que encierra este lugar.


Si es entusiasta de los soldaditos de plomo no deje pasar la oportunidad de contemplar estas valiosas miniaturas; unidades de montaña (perfectamente recreadas), escuadrón de ametralladoras, o unidades de tierra, se encuentran custodiadas en sus vitrinas. Un auténtico tesoro de diminutas figurillas. Pese a los 2.040 metros que le aguardan con cientos de utensilios, armas y objetos de contienda no ha de tener prisa. Deténgase a gozar de los pequeños detalles. Una enorme vitrina muestra decenas de uniformes originales. Se trata de una peculiar muestra que exhibe curiosidades como el traje de protección nuclear, con máscara anti-gas incluida, de obligado uso en los combates.


En sus salas podrá conocer la evolución de la artillería, desde los primeros tiempos, cuando se utilizaban las bombardas más prehistóricas (a base de pólvora y bolas de piedra), hasta la más moderna munición española, rusa, alemana, francesa, inglesa y estadounidense que existe en la actualidad.Al otro extremo de la sala principal, se topará con elegantes armaduras, sables y espadas -¡fornidos hombres los caballeros medievales!- porque las hay hasta de metro y medio de longitud. En una de las vitrinas verá otra curiosidad, un machete con poderes: el Barong filipino. Realizado en madera de camuning (un árbol típico de Mindanao al que se le atribuyen propiedades mágicas), sus tesoros no dejan de sorprender al visitante.


¿Quiere ver cómo pasaba las horas el soldado de guardia? o ¿cómo es el puesto de tiro en una trinchera? Se sentirá en plena retaguardia, como si del escenario de una película se tratase: la recreación es perfecta. Pero no todo son armas. Porque también había y hay, militares ingenieros, mecánicos, médicos, topógrafos y hasta ferroviarios. De modo que verá cómo, allá a principios del siglo XX, viajaban sus abuelos. La recreación de un vetusto vagón de tercera clase le hará trasladarse al traqueteo del tren, no el AVE, uno mucho más antiguo.


Entre 10.000 y 15.000 personas visitan cada año el Museo. Cuenta el coronel que lo dirige, Francisco Gómez Berrocal, que hace unos años durante la noche de los Museos más de 3.000 personas se asomaron a él. "Para la ocasión se prepararon varias actividades. La velada estuvo amenizada con la banda Soria 9". Además, el público que acudió pudo degustar una bebida de lo más propia en el mundillo, "leche de pantera, bebida típica de los legionarios", puntualiza el coronel.En la Plaza de España, cerquita de este singular Museo se ubica la Biblioteca Militar, con más de 26.500 volúmenes. Entre sus fondos se encuentran los ejemplares de la antigua Biblioteca de Atarazanas, la Maestranza de Artillería y la Biblioteca del Antiguo Gobierno Militar de Cádiz. Pero esa, es otra historia.

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