Familiares y trabajadores de Herrera OGallardo protestan a diario ante la casa de su jefe para cobrar.
El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, tres trabajadores de la compañía especializada en la fabricación de maquinaria agrícola Herrera O'Gallard conocieron de boca de su encargado que no volverían a trabajar más. Apolonio Jiménez, Antonio Sánchez y Juan Carlos Domínguez, con 39, 36 y 18 años de antigüedad en la compañía respectivamente, engrosaron en ese momento las listas del paro sin recibir indemnización por despido alguna. Para más inri, llevaban ya cuatro meses sin cobrar. Es lo que afirman al menos los afectados.Desde el 9 de enero estas tres personas montan guardia junto al domicilio de la gerente de la empresa, ubicado en una urbanización cercana al recinto ferial. Permanecen en la calle las mismas horas que tenían de jornada laboral: llegan por la mañana temprano, descansan para comer y vuelven tras el postre para recuperar "la dignidad perdida".
"La situación llegaba al límite y nos dijeron que no podían mantenernos", recuerdan, "pero el taller sigue abierto y da trabajo a los cuatro hijos del propietario y a una de sus nueras, con el consiguiente gasto, aunque sólo sea de electricidad y seguridad social".
Según afirman los manifestantes, la sociedad no presentó concurso de acreedores ni declaró suspensión de pagos. "La quieren tener abierta para sus hijos. Nos parece bien, pero que nos den lo nuestro". De abril a noviembre, conscientes de la precaria situación económica, trabajaron a destajo para terminar los encargos que había y cobrarlos cuanto antes, para ayudar a cumplir objetivos. De nada les ha servido.
Miembros de los cuatro partidos maireneros han acudido a mostrarles su apoyo, entre ellos el alcalde Ricardo Sánchez (PP), que tratará de sentar en una mesa de negociación al empresario para buscar un acuerdo que beneficie a las partes. También UGT, CCOO y comités de empresa locales han ofrecido su apoyo."Lo que más nos urge son las cuatro mensualidades. Tiramos adelante con los préstamos de la familia". Uno los damnificados tiene dos hijos, de 6 y 9 años, los de otros tienen 3 y 6. "Son los que más lo sufren, aunque si tengo algo de comida prefiero dárselo a ellos que quedármela yo", asegura Antonio. Esposas, familiares y amigos les apoyan y montan guardia por turnos junto a ellos. "Aguantaremos lo que haga falta, defendemos el pan de nuestros hijos".
La otra cara de la moneda no lo está pasando mejor. Es lo que afirma Francisco Trigo, encargado y esposo de la gerente.
La maquinaria del taller está parada. No hay tajo. "A los trabajadores se les avisó por carta, no fue un despido improcedente", se defiende. La sociedad no tiene para pagar los despidos y ahora un juez dictaminará qué pasará con los finiquitos. "Mis hijos llevan sin cobrar tres años, y antes de que estén en casa prefiero que pasen el día aquí esperando a que surja una tarea" aseguraba, antes de lamentar el cariz que ha tomado la cuestión. "La situación en mi casa es tan gravosa como la de ellos", dice en alusión a los trabajadores despedidos.