Son las once de la mañana de un día casi otoñal. Los chaparrones toman la calle mientras que en el interior de la plaza de abasto la vida fluye ajena al agua. A los puestos arriban historias cotidianas del vecindario. Algunas muy personales y otras más colectivas que van creando conciencia de barrio. Así, mientras unos compran, otros repasan sobre los bancos lo sucedido en los últimos días. El tema es el arreglo de una parte del acerado de la calle Sierra de la Vicaría, en el barrio de Santa Genoveva. «Otra vez estos arreglos que no nos llevan a nada», sentencian con sabiduría sobre el enraizado problema de los paraísos que levantan el suelo, se meten en las casas y sirven de nido de cucarachas, ratas y otros insectos. El mercado del Tiro de Línea sufrió recientemente importantes mejoras. Es el centro de vida del barrio. / Foto: Carlos Hernández María Dolores vive en el número 3 de la calle Sierra de Gata y así se refiere al ejemplar que hay en la puerta de su bloque. «Este monstruo cualquier día nos va a dar un susto. Revienta la poza y verás que numerito», declara mientras comparte su temor con Emilia, vecina de Sierra de Vicaría, que relata cómo tiene que sortear las raíces que sobresalen: «Tengo que andar con mucho cuidado. Hace poco pegué un tropezón en una losa y di en la pared con el brazo. Desde entonces no tengo fuerzas ni para ir tirando del carrito de la compra». Emilia se despide recordando que «también se cayó Pepi, que Mari no puede ni salir de casa y que Yoli, en la calle Cerro Muriano, ha pasado un calvario levantando el suelo de la casa a cada momento». Fuera la lluvia da una tregua. Tiempo suficiente para que Rafaela se interese por el ocio:«¿Cuándo es la Velá? ¿la semana que viene en el colegio? Ay que recuerdos de aquellas primeras Velás», añora mientras deja caer la propuesta de dotar de más actividades la zona, en especial aprovechando los comerciales vacíos que hay al lado del mercado. «Deben de hacer algo aquí, sobre todo para gente de mediana edad. Yo cuando llegan las seis de la tarde me tengo que subir arriba porque no hay a donde ir. Esto está muerto», expone convencida. La idea daría además cobijo en los locales a entidades, como la tertulia flamenca La Sonata, «qué nos vendría muy bien un poco de baile y alegría». La calle ancha del Tiro de Línea es un ir y venir. Comercios y bares de toda la vida se reparten las dos orillas de Almirante Topete. La Sierpes del barrio presenta en un lado un lienzo con graffitis de algunas señas de identidad: varios nazarenos de la hermandad del Cautivo. La tapia delimita el nuevo espacio ciudadano que el Ayuntamiento ha habilitado en el conocido colegio de Los Alambres. Inaugurado hace un año, las quejas no se hacen esperar: «Aún no ha abierto sus puertas este curso. Y han estado dentro haciendo obras», dice uno de los mayores de «los pisos del realojo» en alusión al Núcleo Residencial Almirante Topete. Un poco más abajo, antes de llegar al cruce de la calle Estepa, Amparo confiesa que la piscina municipal le quita el sueño. La reparación de la cubierta no termina de llegar tras el incidente de hace dos años y medio:«Tenemos que ir a otro barrio y sólo nos dejan unas horas», señala esta usuaria que pide «más atención y una actuación integral» para un barrio que es puerta del Sur de la ciudad «con muchas posibilidades, si se sabe cuidar».