Cultura

¿Qué hacemos con el ¡olé!?

El problema de este tipo de conciertos en la Bienal de Flamenco , entre otros, es que tienes que aguantar la respiración desde el principio hasta el final porque corres el riesgo de que el que ocupa la butaca de al lado te mande a callar.. Por mucho que se empeñe la Bienal de Sevilla, el flamenco es el flamenco y la música clásica es la música clásica.

el 15 sep 2009 / 16:26 h.

El problema de este tipo de conciertos en la Bienal de Flamenco , entre otros, es que tienes que aguantar la respiración desde el principio hasta el final porque corres el riesgo de que el que ocupa la butaca de al lado te mande a callar. El hermano mayor de la Niña de los Peines, Arturo, asistió una noche en el Lope de Vega a un concierto de piano y, como le llegó la música al alma, se levantó de la butaca y le dio tres olés al pianista que sonaron en Triana. Y casi lo echan del teatro a gorrazos. Por mucho que se empeñe la Bienal de Sevilla, el flamenco es el flamenco y la música clásica es la música clásica, aunque unos hayan bebido de otros y hace siglo y medio las tiples cantaran malagueñas y peteneras y La Macarrona bailara una polka por bulerías en El Imparcial de Madrid. Los flamencos estamos hechos a comentar en la butaca, con el de al lado, lo que escuchamos o vemos. "Acaba de cruzar a Paco la Luz con Tío José de Paula", por ejemplo. Imagínense que anoche me da por decirle a El Juani de la Algaba, dormido todo el concierto, que José María Gallardo acababa de cruzar a Falla con Piazzolla. El flamenco y la música clásica serán de un mismo mundo, el de la música, pero los clásicos y los flamencos somos bastantes distintos. Yo quedaría muy bien ahora, en este artículo, si utilizara términos de la música clásica, en vez de flamencos como enjundia, pellizco, compás o duende. Prefiero ser sincero y referirme a las sensaciones, al placer de escuchar una guitarra de ensueño, la de José María Gallardo, llevándome con sus dedos y su talento al mundo mágico de Falla, Albéniz o Mendelssohn. Su trabajo de adaptación a la guitarra de obras como la Danza del Molinero, de Falla, o Sevilla, de Albéniz, es genial. Incluso sus propias composiciones, como la dedicada a su esposa. Las pinceladas de flamenco que incluye el gran guitarrista sevillano, sobre todo las del cantaor Paco del Pozo, aportaron poco. Había más flamenco en la voz grave de Félix Grande, que en las bulerías de Los Peregrinitos. Pero es sólo por comentar algo, porque, repito que, a pesar de su virtuosismo, enorme expresividad e intuición innatas, apenas consigo estar a gusto en un sitio donde no se pueda decir ¡olé! o dejar escapar un suspiro provocado por el placer que me suele producir la música, sea la que sea. La de anoche me puso la piel como el caparazón de un centollo. A lo mejor es la mejor crítica que puedo hacerle esta noche a este fenomenal músico y a su hermosa obra. Eso lo que hay.

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