Si leyéramos la historia de Centroamérica aprenderíamos muchas cosas sobre los modelos de gestión de la sociedad. La Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, constituyó una oportunidad histórica para aprovechar la riqueza de las exportaciones. Sólo Costa Rica lo aprovechó: eliminó el ejército, alfabetizó, promovió servicios sociales, agua potable, infraestructuras... El resto centroamericano quedó estancado. Las riquezas no llegaron al pueblo, cada vez más mísero y dispuesto a rebelarse, hasta las brutales y sangrientas represiones de los setenta y ochenta sustentadas por la ayuda estadounidense.
Viviendo aún de la renta, Costa Rica retrocede desde hace años en manos de un mal llamado Premio Nobel de la Paz, Óscar Arias (el premio, recordemos, se otorgó al país, no al presidente) que firmó el TLC, un tratado del que ya se cuenta con mucha información en el resto de Centroamérica y Caribe, una decisión suicida para la economía de los más desprotegidos.
¡Qué bien nos vendría aprender de la historia! Incluso a los propios centroamericanos que, como ocurre en casi todo el planeta, saben más de fútbol que de los antecedentes que explican su actualidad.