Cultura

Que la capilla de San Telmo no coja más polvo

El IAPH ha marcado otro hito con la recuperación integral de esta joya del barroco desconocida.

el 10 may 2010 / 10:49 h.

La capilla de la Virgen del Buen Aire es el recuerdo vivo de una de las etapas históricas más singulares del San Telmo que nos ha sido legado.

Ese pedazo sacro enclaustrado en la inmensa mole del palacio sirve de cobijo a la patrona de los mareantes, advocación pertinente si se tiene en cuenta que el edificio, antes de ser morada de los Montpensier, seminario donde formar sacerdotes y, por supuesto, mucho antes de ser lo que hoy es, sede del Gobierno andaluz, fue Universidad de Mareantes, en la época en la que Sevilla era puerto y puerta de Indias.

Pues bien, la rehabilitación integral de San Telmo ha incluido el rescate de esta joya del barroco debida en sus hechuras a Leonardo de Figueroa y en cuya decoración interior trabajaron otros primeros espadas: Duque Cornejo, el cantero Miguel de Quintana, el pintor Domingo Martínez y el carpintero Juan Tomás Díaz.

Todos aportaron su granito de arena para que la capilla tuviese un empaque que, por desgracia, se desconoce porque, salvo en puntuales ocasiones, ha sido fagocitada por el uso administrativo del palacio.

Y como no hay nada peor para el patrimonio que el desuso, fue acumulando polvo y dejadez hasta que la intervención de la Junta de Andalucía le ha permitido reestrenar su lozanía.

El responsable de tamaño rescate ha sido el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, que con su trabajo desde 2005 ha protagonizado otro hito.

No en vano, como recalca su director, Román Fernández-Baca, "este proyecto ha sido un caso único, al tratarse de una intervención integral no sólo del inmueble en sus diferentes fases, sino también del conjunto mueble del palacio, que incluye cinco grandes retablos, 95 piezas declaradas Bien de Interés Cultural, 18 puertas históricas, más de 500 metros cuadrados de pinturas murales y la catalogación y conservación de 4.500 piezas cerámicas".

De toda esta relación apabullante, una parte notable pertenece a la capilla. Unos bienes se han restaurado en la sede del instituto, y aquéllos que era mejor no trasladar se han intervenido in situ.

Y como impone su metodología, no se ha tratado de restaurar por restaurar, sino que antes de meter el bisturí se ha realizado un documentado trabajo de investigación, patologías, contextos, siguiendo la máxima de conocer para intervenir.

Especialmente laboriosa ha sido la restauración de los seis grandes lienzos (de más de tres metros) del siglo XVIII pintados por Domingo Martínez, que lucen lo más parecidos a como se pintaron. Igual se ha hecho con la escultura de la Virgen del Buen Aire, talla de principios del siglo XVII (de unos 200 kilos) ejecutada por Juan de Oviedo y retocada por Duque Cornejo.

Resueltos sus problemas y recuperado su esplendor, la capilla no puede volver a la misma dinámica. Se antoja esencial que la Junta, al margen de las jornadas de puertas abiertas, establezca la forma de que el público pueda disfrutarla, y con ella el resto de zonas destacadas y valiosas de San Telmo.

Sólo de este modo esa inmensa Sevilla que desconoce su propio patrimonio podrá incorporarlos a su querencia. Tanto esfuerzo, dinero y tesón no pueden prolongar el enclaustramiento de unos bienes que son de todos.

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