Que levante el dedo quien sea capaz de explicar las razones de la tan mentada crisis. He hecho todos los esfuerzos posibles para ilustrarme y comprender las razones y causas de tamaña catástrofe. He leído todo lo que he encontrado sobre la crisis de los años treinta del siglo pasado. Tengo la impresión de que los ciudadanos del primer tercio del siglo XX experimentaron la misma sensación que tenemos los del siglo XXI, es decir, no entender las razones reales de la caída de la economía.
Son dos las cumbres que el llamado G-20 ha celebrado en los últimos meses: la primera en EEUU y la segunda, la que se acaba de celebrar en Gran Bretaña. Es posible que los mandatarios, que han asistido a las dos, sepan de qué hablan y conozcan las razones por las que hemos llegado a esta situación. Hasta puede ser que estén seguros de las consecuencias que, para la reactivación, supondrán las medidas adoptadas en una y otra reunión. Pero también es seguro que los ciudadanos del mundo seguimos sin enterarnos de esas cosas. Los líderes del G-20 siguen con la manía de no contar a los ciudadanos qué se va a discutir y qué se va a proponer en esas cumbres; y siguen sin explicar el alcance de las propuestas que van a aprobar en las reuniones a las que asisten. La ciudadanía permanece escéptica oyendo a unos y a otros, sin poder tener criterios que le posibilite identificarse, más o menos, con las posiciones que allí se enfrentan. Aumentar el gasto público, aumentar el déficit para reactivar la economía, es algo que suena bien en boca de Obama; pero cuando escuchamos a la canciller alemana o al presidente francés oponerse a las mismas, entendemos que algo tiene que haber de negativo en dichas medidas cuando unos las defienden y otros las atacan.
En definitiva, sería deseable que los líderes mundiales nos contaran la verdad de esta historia, para que todos podamos saber qué ha pasado y qué puede pasar con las medidas que se anuncian y que, hasta ahora, no han sido capaces de reactivar la economía. Además del aumento del paro, que es la consecuencia inmediata y dramática de lo que está ocurriendo, los ciudadanos tenemos derecho a saber qué nos espera, cuándo nos vamos a recuperar y qué sacrificios se nos pide para que esa recuperación sea una realidad. Los gobernantes que se reúnen en el G-20 no son expertos económicos que manejan claves secretas del funcionamiento de la economía; son dirigentes políticos, la mayoría de ellos elegidos democráticamente por los ciudadanos y, por lo tanto, obligados democráticamente a hablar y proponer en nuestro nombre y para eso hace falta que, antes de que acudan a ese tipo de foros, hagan una política didáctica y de explicación que nos permita saber qué pasa, qué se propone y a cambio de qué.
Los ciudadanos de algunas regiones de España sabemos bien las razones de la crisis que tuvimos que soportar en los años sesenta y setenta del siglo pasado: No hacen falta muchas explicaciones para saber que nuestros pueblos se despoblaron y desangraron con la hemorragia de la emigración, porque mientras la base de la economía, como consecuencia de la Revolución Industrial, era el producto manufacturado, muchos de nuestros pueblos se dedicaron a producir productos agrarios. La base de progreso y desarrollo fue, durante siglos, la agricultura, pero cuando la manufactura industrial hizo su aparición a mediados del siglo XIX, la agricultura cedió su protagonismo a la industria. Quienes se quedaron en el sector agrario, contemplaron con desesperación que, aquello que había servido toda la vida para mantener una economía fuerte, se volatilizó y su influencia fue sustituida por la industria manufacturera. La gente abandonaba sus pueblos para dejar el cultivo agrario y emigraba en busca del producto industrial.
Quienes se quedaron anclados en la agricultura vieron cómo sus posibilidades de desarrollo se iban apagando, mientras que quienes se ocuparon de la manufactura fueron avanzando y desarrollándose. Hoy, es posible que estemos entrando en un procesos similar: quienes se han quedado anclados en la manufactura ven como su economía va perdiendo posición y posibilidades de desarrollo, mientras que los que avanzan en la inteligencia, la innovación y la imaginación, parece que vislumbran un futuro lleno de certidumbres y esperanzas. La economía ha vuelto a cambiar la base de su desarrollo. Si en el siglo pasado, la industria desplazó a la agricultura, en este siglo la inteligencia, la innovación y los servicios están desplazando a la industria; mientras eso no se entienda, seguiremos dando palos de ciego, gastando dinero público en cantidades ingentes, para reactivar una economía que ya no es lo que era, aunque algunos sigan si querer enterarse.
En nuestro país hay gente, principalmente politólogos, intentando adivinar en los movimientos de Zapatero la fecha en la que el Presidente moverá ficha para remodelar su gobierno. ¡Que levante el dedo quien no haya dicho en las últimas semanas que eso va a ocurrir pronto!
Es difícil ponerse en la piel de un presidente a la hora de decidir cuándo y quiénes dejan el gobierno. Si de mí dependiera, que no depende, yo tendría claro que se necesita en ese gobierno a alguien con capacidad de coordinación, con gran autoridad moral y política en el seno del socialismo español. Yo miraría al sur y no me importaría dónde o qué cargo ocupa en este momento esa persona que se necesita para dar un nuevo aire al Gobierno de España y para ayudar a Zapatero a continuar una legislatura, en la que muchos hemos puesto gran confianza, ahora que el País Vasco va a ser gobernado desde una posición no nacionalista.