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'Que lo honren, pero que no lo desentierren'

"Han pasado 73 años, pero no puedo olvidar". Los hijos del presidente de la Diputación José Manuel Puelles de los Santos, fusilado en 1936, esperan con ganas el homenaje que recibirá el día 23 su padre, proclamado a título póstumo hijo predilecto de la provincia de Sevilla.

el 16 sep 2009 / 02:29 h.

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"Han pasado 73 años, pero no puedo olvidar". Los hijos del presidente de la Diputación José Manuel Puelles de los Santos, fusilado en 1936, esperan con ganas el homenaje que recibirá el día 23 su padre, proclamado a título póstumo hijo predilecto de la provincia de Sevilla.

Cuando fue conducido ante un pelotón, sin juicio y acusado del delito que acababa de ocurrírsele al general golpista Gonzalo Queipo de Llano ("enchufomarxismo"), el doctor Puelles, de 42 años, dejó a una mujer embarazada y siete hijos, de los que dos viven en Sevilla todavía. Fue la madrugada del 5 de agosto de 1936, en la carretera de Carmona. Su hija Esperanza, hoy con 86 años, se extraña de la pregunta. "¿Cómo voy a olvidar?".

A su hermano Alejandro, de 76, simplemente se le empañan los ojos y, agarrado a sus muletas, deja caer su cuerpo sobre ellas. Otra cosa distinta es el perdón: el varón sí perdona a los asesinos "porque tengo muy dentro los principios cristianos".

La anciana -que tenía 14 años cuando supo que a la noche siguiente daban paseo a su padre- da una respuesta más ambigua: "Han pasado 73 años", repite, "y no te explicas cómo mataron a un hombre que no hizo nada malo. Eso es como lo del fajín de Queipo de Llano. Fue una tontería ponérselo a la Macarena, es una tontería quitárselo. O lo del cuerpo de mi padre. Creemos que está en la fosa común de Sevilla, pero no consta en los registros. A mi madre [Pura Codes] le dijo el director del cementerio que le colocó un hilo de cobre en las muñecas y los tobillos por si lo podíamos rescatar algún día. Pero no lo quiero buscar. Donde esté que Dios lo ampare. Eso sólo removería nuestro dolor. Total, para qué quiero los restos si ahora los muertos se queman y se van a hacer gárgaras. Comprendo a la familia de Lorca".

Su biógrafo, Alberto Máximo Pérez, escribió un libro en 1995, Aires de libertad, sobre un médico como él que introdujo los rayos X en Sevilla ("conoció a Marie Curie", explica), que quería como a un hijo a Blas Infante, que colaboraba con el periódico progresista de la Sevilla de entonces, El Liberal, y que fue el primer médico del Sevilla FC sin cobrar un duro -y también médico a disposición de la Asociación de la Prensa de Sevilla-, además de haber asistido gratis a cuantos necesitados enfermos se encontraba. Incluso adoptó al hijo de una viuda, que se crió con su prole.

También impartió multitud de conferencias de cultura sanitaria por los pueblos de la provincia, dentro de la obsesión regeneracionista común en su generación.

Como político, desde 1925 se vinculó a los partidos republicanos y en especial a Diego Martínez Barrio, el sevillano que llegó a ser Jefe del Estado. Fue concejal en el Ayuntamiento de Sevilla y presidente de la Diputación en 1934, cargo en el que repitió desde febrero de 1936 hasta su muerte. También propuso en julio de 1936 a Blas Infante como presidente de una futura autonomía andaluza que truncó el golpe de Franco.

"Los honores llegan tarde", expresan Alejandro y Esperanza. "Lo que me duele es el olvido. Que no haya aparecido una sola filmación de él, cuando estaba todos los días en la prensa o en el noticiario del cine. Que nadie haya hablado de él". Su biógrafo explica que los franquistas se aplicaron a conciencia para borrar su memoria. Esperanza retoma el hilo: a uno de sus hermanos -hoy sobreviven cuatro hijos de Puelles, dos en Sevilla uno en Córdoba y otro en California- le arrancaron el bordado de su camisa unos ultraderechistas con los que se topó por la calle sólo porque estaba cosida en la tela su nombre: J. Puelles.

Después de la muerte y el olvido, los franquistas arrebataron todas las propiedades a esta familia próspera, que se vio de un día para otro reducida a la miseria. Previamente, y para meterles más miedo, ametrallaron la casa-consulta (en la calle Bailén 33, de Sevilla), le metieron fuego después a los aparatos de rayos X y arramplaron con los cuadros. "Algunos siguen en Capitanía", denuncia esta hija, callada 73 años.

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