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¿Qué sería de España sin Europa?

Los españoles están entre los más europeístas tras 25 años en la Unión Europea.

el 09 ene 2010 / 20:03 h.

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El 12 de junio de 2010, en vísperas del final del semestre de presidencia española de la UE, se cumplirán 25 años de la firma del tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas, un cuarto de siglo en cuyo balance las ventajas pueden abrumadoramente con los inconvenientes.


¿Qué habría sido de España sin Europa? Probablemente no hay respuesta para esa pregunta, porque España no se concibe fuera de la UE, como demuestran encuesta tras encuesta sus ciudadanos -están entre los más europeístas de la Unión- y también los partidos políticos de uno y otro signo.


Si antes del ingreso de España en la CEE Europa se identificaba con libertad, progreso económico y modernidad, una vez dentro, los sucesivos gobiernos españoles siempre han apostado fuerte a favor de cada decisión que se tomaba por la integración y la consolidación de una entidad común europea más allá de lo económico. España siempre ha querido un papel protagonista en la UE y ha reivindicado su puesto entre los cinco grandes del continente.


En el mismo acto de firma del tratado de adhesión la delegación del Gobierno español citó el mito griego en el que Zeus, haciéndose pasar por un toro, raptaba a Europa, una princesa fenicia. Pronto se demostró el aliento europeísta de los españoles con el apoyo entusiasta del Gobierno socialista al Acta Única europea de 1986, que eliminaba las fronteras para personas, mercancías y capitales, o al Tratado de Maastricht (1991), que sentaba las bases de la unión política, la ciudadanía europea y la futura desaparición de las divisas nacionales en favor del euro. Si Felipe González logró la vitola de europeísta convencido de la mano de alemanes y franceses, su sucesor, José María Aznar, también hizo a su manera de la consolidación de España en Europa una de las prioridades de su política exterior.


La Europa por la que apostó Aznar hacía mas hincapié en el vínculo transatlántico y en las relaciones con Estados Unidos, y los socios elegidos para ello no eran tanto Alemania y Francia, sino el Reino Unido y los emergentes países del este, pero al fin y al cabo el objetivo seguía siendo el mismo: situar a España en un lugar de liderazgo en la UE.
Fueron los años de la polémica entre la vieja Europa y la nueva Europa, terminología con la que EEUU quiso resolver las pegas que algunos de los países más fuertes de la UE pusieron a su estrategia de lucha contra el terrorismo con la guerra de Irak.


Desde 2004, un nuevo gobierno socialista en España reclama un lugar de protagonismo en la estructura europea y trata de trasladar a los ahora 27 estados miembros sus apuestas nacionales por la igualdad, las energías renovables para parar el cambio climático o el reconocimiento de derechos individuales, como el matrimonio homosexual. En lo estrictamente económico, en este cuarto de siglo España hizo de la necesidad virtud y descubrió el rigor presupuestario que le permitió acceder al euro en el año 2000 con los deberes cumplidos.


Pero, por encima de todo, ha recibido en este tiempo una cuantía ingente de fondos estructurales que han permitido al país ponerse al día, especialmente en infraestructuras.


Según las perspectivas financieras de la Unión, hasta 2013 España continuará teniendo un saldo neto positivo en sus relaciones con la UE; es decir que ingresará más de lo que aporta. Por ese lado no hay dudas, España ha salido beneficiada de su pertenencia a la Unión, aunque la adaptación de la economía a los requisitos europeos tuvo algunos "paganos".
En resumen, 25 años con muchas más luces que sombras que han transformado España y que han tenido los resultados más palpables en lo económico, porque no hay que olvidar que, después de todo, Europa -la princesa- era fenicia.

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