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Que vuelva el Diablo Cojuelo

El día 10 de junio de 2003 me encontraba en la tribuna de invitados de la Asamblea de Madrid, distraída la atención en el inmenso mural de Lucio Muñoz que como un gran retablo se alza sobre la presidencia. Al poco, un murmullo creciente me sacó...

el 15 sep 2009 / 21:47 h.

El día 10 de junio de 2003 me encontraba en la tribuna de invitados de la Asamblea de Madrid, distraída la atención en el inmenso mural de Lucio Muñoz que como un gran retablo se alza sobre la presidencia. Al poco, un murmullo creciente me sacó de la contemplación de la obra de arte del maestro de la Escuela de Vallecas y reparé en que el hemiciclo era un hervidero de diputados de acá para allá: parecía evidente que algo pasaba. Mis vecinos de asiento, Mariano Fernández Bermejo, hoy ministro de Justicia y entonces Fiscal de Madrid, y Gerardo Díaz Ferrán, otrora presidente de los empresarios madrileños y actual jefe supremo de la CEOE, me sacaran de dudas: dos diputados del Grupo Socialista se habían ausentado del edificio instantes antes de la votación que habría de elegir a Rafael Simancas presidente del Gobierno de la Comunidad con el apoyo de Izquierda Unida. Seis meses después se repitieron las elecciones autonómicas y resultó elegida por mayoría absoluta Esperanza Aguirre.

Nunca estuvo claro que pasó aquel día, en lo que se dio en llamar el tamayazo, ni las posteriores investigaciones lograron esclarecer el repentino cambio de parecer que llevó a los dos diputados socialistas a desaparecer del salón evitando así la elevación de Simancas a los altares de la política de la Villa y Corte. Algo olía a podrido en aquel enredo, y hoy todavía sigo sin explicarme las razones de fondo que llevaron a Tamayo y Sáenz a dar la espantá a la manera taurina.

Los sucesos de espionaje que vienen ocurriendo en la Comunidad de Madrid en las últimas semanas me han hecho recordar aquel 10 de junio de 2003, y vuelvo a tener la sensación de que en la capital de España ocurren cosas demasiado raras para ser normales y bastante oscuras para ser creíbles. No es que se afirme aquí que uno y otro acontecimiento estén relacionados, sino que la casualidad ha querido que en torno a la Puerta del Sol se den casos de intrincado argumento, propio de la novela negra, de los que nos vamos a quedar sin saber nada.

Para nadie es un secreto que los servicios secretos terminan siendo una hidra de siete cabezas que por su propia naturaleza se mueven en el subsuelo de la realidad y se retroalimentan en la desconfianza que ellos mismos generan. No sería la primera vez que alguno de estos aventajados Sherlock Holmes hubiera seguido los pasos a quien le paga el servicio o a personas de su misma empresa o partido, en un afán desmedido de atar hasta el último cabo suelto.

Llegaremos a saber qué pasó hace seis años en la Asamblea de Madrid y qué está ocurriendo ahora con el espionaje de cargos públicos del Partido Popular. Permítanme que lo ponga en duda. Los expedientes abiertos sufrirán el tradicional y españolísimo carpetazo, y aquí paz y allá gloria. Porque a diferencia de la memorable novela de don Luís Vélez de Guevara en nuestros días ya no sobrevuela Madrid fisgoneando dentro de las casas aquel genio de investigadores y maestro de cotilleos llamado Don Cleofás que pasó a la historia de la literatura con el sobrenombre de "El diablo cojuelo". Pues que vuelva.

Periodista

gimenezaleman@gmail.com

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