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Queridas cartas:

Los sevillanos siguen fieles al servicio postal frente al derrumbe de la correspondencia clásica en España. 

el 22 ago 2010 / 19:53 h.

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Aunque tardaban más que el correo electrónico, tenían la ventaja de eliminar prácticamente todo riesgo de spam: no cabía imaginar a un señor de, pongamos, Pontevedra, imitando la letra de otro de Sigüenza para mandarle una carta a la novia de éste, hubiese o no razones de peso para ello. Pues, aun así, los tiempos se empeñan en relegar el servicio postal a un segundo plano dentro de los hábitos ciudadanos. Aunque... ¡ojo!, porque las gentes del Sur, siempre receptivas a lo que de verdad importa (o algunas veces, para no exagerar) son capaces de impedirlo. Nomadejado, puede decir Correos, de hecho, al referirse a esta tierra: frente a la relativamente estrepitosa (y lógica) caída de cifras en toda España, con alrededor de un diez por ciento menos de envíos al año, los sevillanos se mantienen fieles al sello y al sobre: en 2009, mientras el uso de este servicio se reducía en un 9,61% en el conjunto de la nación, en Sevilla crecía un 15,99% con un total de 179,9 millones de cartas y paquetes remitidos desde aquí. Y en la primera mitad de 2010 ya han salido desde esta provincia más de la mitad de todos esos objetos postales.

Pero ahórrense los vítores y las procesiones extraordinarias, porque esto no significa, en modo alguno, que el sevillano no duerma si ese día no ha despachado un mínimo de quinientos gramos de correspondencia. Incluso es posible que el paisano medio sea incapaz de responder correctamente a dos de las tres siguientes preguntas: ¿Cuál es el buzón de Correos más cercano a su casa? ¿Cuánto cuesta un sello para una carta normal? ¿Cuánto tiempo tarda ésta en llegar a su destino? De entre el puñado de vecinos consultados, la respuesta mayoritaria se resume en dos palabras: No sé. Porque los halagüeños datos de Sevilla no disfrazan el hecho principal: que ya nadie compra un sobre, le pega un sello, coge un boli, aparca su prisa y escribe una carta personal. Ni en Navidades. Probablemente haya muchos que no hayan visto su propia letra desde hace años. "Yo antes mandaba montones de christmas, pero, como a mí nadie me los mandaba, desde hace un par de años lo que hago es felicitar por teléfono y ya está", decía ayer María Morillo, una señora viuda a la que le quedan diez días para irse a la playita sin que lo sepa nadie (al menos, por carta). Todo esto resultará más sencillo de comprender si se explica que las mayores subidas en el uso del servicio postal se han dado en las notificaciones y los burofaxes, entre otros. Muy mala pinta.

A nadie le dura ya tres días la paciencia hasta que le llega una carta o hasta que se recibe la suya. Nadie prefiere pensar que lo mismo se ha extraviado el correo en vez de arrostrar la constatación electrónica de que ciertos mensajes nunca llegarán. Pero hasta que no se encuentre la manera de enviarle uno a su tío de Valencia el prometido paquete de tortas de Inés Rosales como archivo adjunto, internet seguirá sin ser el futuro; al menos, no el futuro perfecto, que era lo que se prometía. 

De utilidad:
Qué: Saber que el servicio de Correos todavía tiene mucho que ofrecer a los ciudadanos.
Ejemplo 1: ¿Necesita enviarle usted una caja de mostachones a un pariente de Galicia, o bien confía en recibir esas ensaimadas que le juraron por sus ancestros cuando fue a Mallorca? Sepa que enviar un paquete postal de, digamos, cinco kilos, sale por 5,19 euros.
Ejemplo 2: ¿Le urge enviar dinero dentro del territorio nacional? Por mandarle 1.000 euros a alguien, le cobran 9,6.
¿Cuánto cuesta un sello? Dos céntimos ha subido, desde el año pasado. Ahora, una carta normal sale por 34 céntimos.

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