Aquello del "nazareno, dame un caramelo" está abocado, como poco, a convivir con las nuevas modas en esto del dar y tomar semanasantero. ¿La culpa? Las medallas y estampitas de los sagrados titulares, que siguen causando furor.
Hay público, adulto o menudo, que hace ya al menos dos Semanas Santas que pasa olímpicamente del caramelo, aunque si hablamos de un sugus, igual la cosa cambia. Los hay incluso que, pasada la ilusión de los primeros días, no hacen caso tampoco de la bolita de cera, convirtiendo su espera paciente en una suerte de competición para ver cuántas estampas o medallitas cosecha al día.
Si así está el sector de la demanda, qué decir del que oferta: el nazareno, sobre todo el de barrio. La cosa se ha puesto de tal forma que un nazareno, para estar a la última, no puede negarse a la evidencia. Y la evidencia demuestra que cuantas más estampitas reparta, más popular será y menos tediosa le resultará su estación de penitencia.
Así las cosas, el perfil medio del nazareno de las hermandades de bulla, calor y barrio es el que sigue: bajo el antifaz, el bocata; en los bolsillos laterales, lotes de estampas y medallas de todas las posturas y tamaños; y si todavía queda hueco o si aún puede levantar el brazo para encajar el cirio en el esparto, la botellita de agua y algunas golosinas con las que matar el gusanillo cuando baja el azúcar.
De esta radiografía cada vez más consumista y cambiante que ofrece de unos años a esta parte el nazareno da fe Rafael González, dueño de una tienda de artículos cofrades de Triana: "Los sevillanos somos especiales para todo; también para apuntarnos a esas modas", cuenta mientras surte a Consuelo, una clienta, de dos bolsitas de medallas de la hermandad de su hijo, la Esperanza de Triana. "Son cinco euros, señora". Ea, ya ha hecho caja.
Si sólo fuera por eso... Capirotes, aquel escudo descolorido, un cinturón nuevo porque he engordado... Al final, la penitencia se hace, pero antes que la física es la monetaria. Y salir sale por un pico, del que las hermandades cada vez toman más buena nota, pues son ellas las que, pese a todo, suministran en la mayoría de los casos a sus nazarenos de estampitas y medallas. Las mismas que, a la vuelta de cinco días, empezarán a anidar en otras manos.