Me refiero naturalmente a Manuel Chaves González, actual presidente de la Junta de Andalucía y candidato a su reelección. En la mañana del día 28-F hizo unas declaraciones a la Cadena SER que me parecieron normales y acordes con la prudencia y discreción del líder socialista. Pero ello no ha sido óbice para que surgieran especulaciones y comentarios de todo tipo, dado el morbo de la cuestión. Incluso al día siguiente y como ilustración de la noticia, un diario componía una de sus páginas, de forma claramente intencionada y sugeridora, con dos fotos: una, de Magdalena Álvarez con el ex presidente González y la otra de Mar Moreno, abriendo las puertas del Parlamento.
Reconociendo que la sucesión ni está abierta ni es problema prioritario en este momento ni se va a plantear a medio plazo, pues su horizonte habría que situarlo a la distancia de cuatro u ocho años, me sugiere algunas reflexiones. A diferencia de otras etapas históricas y de otros partidos socialistas, como el francés, el PSOE, tanto a nivel federal como andaluz, no se ha preocupado de tener una pluralidad de líderes con experiencia y formación acreditadas y con unos niveles de aceptación, popularidad y conocimiento suficientes para asumir las responsabilidades de gobierno y la dirección del partido. Ello no quiere decir que en una situación de urgente necesidad no aparezca la persona adecuada, sino que es un aspecto de la práctica política socialista o preterido o descuidado. Recuerdo que, al dimitir el presidente Escuredo, el candidato lógico y natural por muchas razones era José Rodríguez de la Borbolla y así lo confirmó la dirección regional, pero hubo un alto responsable que sugirió otra alternativa, imposible de cumplir por no reunir el propuesto la condición de diputado andaluz, que entonces y ahora es exigible para ser presidente de la Junta.
En mi opinión, cuando llegue el día y se plantee la sucesión, deberá tenerse en cuenta otra circunstancia característica de la cultura política y de la experiencia histórica de los socialistas, por lo menos de estos últimos treinta años. A diferencia de otros partidos políticos, como por ejemplo el PNV, donde siempre ha habido una clara separación entre la dirección partidaria y el gobierno, la "bicefalia" no ha dado buenos resultados y ha originado problemas y tensiones en el PSOE, por muy grande que fuera la voluntad de colaboración y sintonía. Al final siempre se ha vuelto a la concentración en la misma persona de las responsabilidades de gobierno y la dirección de partido. Y esta práctica siempre ha resultado beneficiosa, por lo que cabría pensar que se seguirá en esta línea.
Llegado el momento, el acceso de una mujer a esa doble responsabilidad significará un logro más de la igualdad, que no puede ser parcelada ni dividida, sino que tiene que impregnar a toda la sociedad. En todo caso, en el PSOE no habrá "cuaderno de pastas negras" ni designación a dedo; serán los órganos del partido quienes designarán de forma democrática a la persona llamada a suceder al actual presidente.
Antonio Ojeda Escobar es notario
