Cultura

Quiñonero: "No creo en nada, salvo en la religión del verbo"

El escritor plasma en Taller de la gracia su visión de España y la literatura 

el 25 dic 2009 / 16:54 h.

El autor, que ha trabajado en numerosos medios de comunicación, presenta su nuevo libro.

Juan Pedro Quiñonero (Totana, Murcia, 1946) reside en París desde hace tantos años que casi le da pudor confesarlos. El autor de Ruinas y Una primavera atroz quiso alguna vez huir de España rumbo a California. "Trabajaba en Informaciones cuando el director, Jesús de la Serna, me ofreció venirme a París de corresponsal. ¡Francia, qué horror, que cosa más vieja!, pensé. Pero en el lengendario viaje de Adolfo Suárez por Europa, en el 77, descubrí que París no estaba tan mal, y que había que engañar a alguien para quedarme todo el tiempo posible".

Ahora, este escritor afincado en el hermoso barrio de St. Germain ha reunido una serie de ensayos que plasman su visión de España y de la literatura en el volumen El taller de la gracia. De Caína a la Atlántida, que acaba de ver la luz en la editorial sevillana Renacimiento. Como periodista de infinidad de medios -Informaciones, Diario 16, Cambio 16, Ser, Onda Cero, Antena 3, ABC- ha cubierto acontecimientos capitales, como la muerte de Lady Di, pero también ha podido acercarse a escritores admirados como Marguerite Yourcenar, Levi-Strauss, Patrick Modiano o Julien Gracq. Y al mismo tiempo, nunca ha dejado de preguntarse por la cuestión de España y la fragilidad de su cultura.

"Llegó un momento en que entendí que había que ir cerrando capítulos, y entre ellos quería acabar mi relación con la crítica literaria haciendo un resumen de lo que pienso", explica el murciano. "Tomé dos o tres cosas que tenía y les añadí otras con mis ideas sobre la literatura: con todo ello armé este libro".


El eje principal de El taller de la gracia es la idea de una cultura que se derrumba y de la voluntad constructora de otra cultura. "Revisando nuestra historia, la sensación que recibimos es que hay todo un mundo que se está hundiendo, y que Lezama Lima, Juan Ramón o Gómez de la Serna ya veían como una Atlántida sepultada bajo un océano de basura tóxica.

Y, por otro lado, tenemos el modelo de los grandes constructores. Actualmente no conozco a autores que sepan hablar de las cosas de su pueblo. Hablar de la propia tierra es construir algo, y eso no significa por obligación hablar elogiosamente. Que no haya autores que sepan hablar de las flores, del perfume de las marismas, de la vega de Andalucía... Eso es la agonía de Andalucía", asevera.

Quiñonero articula su discurso de la mano de los que considera sus maestros, desde el citado Gómez de la Serna a Josep Pla, pasando por Mercé Rodoreda, Rosa Chacel, Luis Rosales o Ramón Gaya, así como Virginia Woolf o la Yourcenar. "No creo en nada, salvo en la religión del verbo. España perdurará, pero la asfixia de los poetas refleja que está amenazada la palabra misma. Las industrias de la palabra lo pudren todo", lamenta. "Las palabras significan cada vez menos, y los libros genuinos están cada vez más amenazados. Una obra como la Divina Comedia o El Quijote es un producto de generaciones que se transmiten creencias y formas de hacer.

Eso se acabó", afirma.¿Qué vacuna propone Juan Pedro Quiñonero contra esa implacable degradación? "Encontrar gente que crea en la palabra. Defender la palabra e intentar seguir escribiendo", responde. Pero su conclusión tiende al pesimismo: "En tiempos del franquismo, a pesar de las trabas y la censura, los medios cumplían una función de comunicación. Hoy pienso que en las cuestiones vasca, catalana, los periódicos juegan un papel nocivo. No han contribuido a explicar ninguna de estas regiones. Y me temo que internet tampoco va a arreglar esa incomunicación".

  • 1