Cultura

Quique Paredes y su sonido flamenquísimo a la guitarra

el 25 feb 2010 / 20:02 h.

Como les dijimos el pasado viernes, Pasarela ha reeditado dos estupendos discos de guitarra, Aljibe, de Manolo Franco -lo comentamos ese día- y De maera, del también sevillano Quique Paredes.

Dos señores discos de guitarra guitarra, de música flamenca de enorme calidad. Son unas reediciones muy oportunas, en un tiempo, el actual, de escasos discos de buena guitarra flamenca.

Hijo del ya desaparecido cantaor Enrique Paredes El Andaluz, Quique Paredes vivió el ambiente flamenco en su propia casa y fue discípulo de Antonio Osuna, como Manolo Franco y otros guitarristas sevillanos. Comenzó muy pronto a subirse a los escenarios, sobre todo para tocar en los cuadros de los tablaos.

Logró entrar en los festivales de verano acompañando a los cantaores; se hizo acompañante de Aurora Vargas y llegó a ser de los más contratados en las décadas de los 80 y 90. En esta faceta, la de acompañamiento, alcanzó un gran prestigio -le tocó al mismísimo Antonio Mairena-, aunque nunca el que merecía, porque era de los mejores en esta difícil faceta.

Decimos era porque, como suponemos que sabrán, un terrible accidente automovilístico le obligó a abandonar la guitarra, siendo aún un artista tan joven.

Eso no quiere decir que haya dejado de ser guitarrista. A los flamencos les pasa como a los toreros: que nunca dejan de serlo, estén o no en activo. Cuando se ve a Quique Paredes andando por Sevilla, se suele decir: "Ahí va un artista flamenco". ¿O no?

Cuando el gran guitarrista sevillano lanzó al mercado su magnífico disco De maera, lo celebramos por todo lo alto porque era tan flamenco que no se podía aguantar. ¡Qué sonido más limpio y flamenco a la vez! ¡Cómo sonaba su guitarra de Andrés Domínguez! El elepé traía sólo seis piezas, pero parecían 24.

Desde la preciosa bulería Ciprés -palo alegre para un árbol triste- hasta la seguiriya Lunares negros, el disco era para escucharlo todos los días. Lo hacíamos, porque el toque de Quique Paredes no es sólo para obsequio de los oídos, sino para regocijo del alma.

Sus composiciones personalísimas, su seguridad en la pulsación, su enorme sentido del compás y unas armonías clásicas de gran frescura, lograron enamorarnos. No sólo la bulería y la seguiriya, citadas unas líneas más atrás: el disco entero es una maravilla. En la bulería, por cierto, canta El Boquerón un poema de Paco Herrera Luque con un duende y un compás increíbles.

La granaína (Paseo de los tristes) es una pieza de concierto que puede ser cantada perfectamente, con un trémolo de una sevillanía tal que nos recuerda la pulcritud de Pepe Martínez y la hondura del Niño Ricardo. Los tangos (De maera), son muy personales y de un ritmo vertiginoso.

Es sorprendente cómo a esa velocidad puede asegurar tanto las notas y acordes.

Y no tienen desperdicio alguno el zapateado (Callejón del agua), la soleá (Zurraque) y la seguiriya ya citada, Lunares negros.

La reedición de este disco es una buena noticia, como lo es la de Aljibe, de Manolo Franco. Sólo nos resta felicitar a Pasarela por la iniciativa y aconsejar que, si pueden, se hagan con De maera, una obra de guitarra flamenca imprescindible para enamorarse del flamenco, de Sevilla y de Quique Paredes, del que todos nos habíamos olvidado un poco.

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