Cultura

Razones para leer (o no) a Foxá

La editorial sevillana Paréntesis publica esta semana los relatos del polémico escritor

el 07 nov 2009 / 18:58 h.

Agustín de Foxá
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Si usted tiene curiosidad por saber cómo escribía ese tal Algustín de Foxá que ha hecho correr ríos de tinta en las últimas fechas, ahora tiene la ocasión a mano: esta misma semana, la editorial sevillana Paréntesis publicará un volumen de relatos del controvertido autor madrileño titulado Misión en Bucarest y otras narraciones. Y lo curioso del caso (o no tanto) es que el responsable de Paréntesis es Antonio Rivero Taravillo, uno de los implicados en la controversia alrededor de Foxá.

Para los despistados, repasemos los hechos: el pasado 6 de octubre, los escritores Aquilino Duque y Antonio Rivero Taravillo -también en calidad de editor- iban a tributar en un local municipal un homenaje "literario", según rezaba la invitación, a Agustín de Foxá -tradicionalmente considerado escritor falangista- con motivo del 50 aniversario de su muerte. Dicho acto hubo de celebrarse al aire libre, al denegar la delegada de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla, Josefa Medrano (IU), el uso de este espacio "por respeto a la memoria histórica".

Lo que parecía un acto anecdótico, minoritario -como suelen ser las charlas y recitales poéticos, salvo contadas excepciones- se convirtió en el ojo de un huracán mediático. De algún modo, el verdadero homenaje se lo acabó dedicando Medrano: medio siglo después, inesperadamente, Foxá volvía a ser noticia.

La polémica se ha venido desarrollando con notable efervescencia en dos frentes: de un lado, el debate acerca de la ideología de Foxá, y de otro el de su calidad literaria. Falangista del círculo joseantoniano en su mocedad, como lo fueron otros muchos escritores como Cunqueiro o Torrente Ballester, el madrileño fue un hombre "muy conservador, reaccionario en el sentido más comodón, pero sin ninguna responsabilidad en la Guerra ni sus crímenes", dice Rivero Taravillo.

Coautor del himno Cara al sol, Foxá fue -en palabras del escritor Andrés Trapiello, uno de sus grandes valedores actuales- "uno de los que ganó la guerra y perdió los manuales de literatura" al quedar estigmatizado para siempre por los lectores de izquierdas. No obstante, tampoco encajó nunca del todo en la España de Franco, que pareció quererlo siempre lejos y lo envió a misiones diplomáticas en Bucarest, Roma, Helsinki y Buenos Aires.

Que estos cargos justifiquen en opinión de algunos sectores de la sociedad española la cancelación de un homenaje abre la puerta a un espinoso debate: ¿cabría extender también esa condena a maestros indiscutibles de las letras contemporáneas vinculados a la derecha más o menos radical, como Louis-Ferdinand Céline, Paul Morand, Ezra Pound o Ernst Jünger? ¿Merecerían el mismo tratamiento los autores que hayan comulgado con el estalinismo?

Y sobre todo, ¿dónde poner el límite temporal? Rivero Taravillo advierte que en el texto que da título al libro, la novela inconclusa Misión en Bucarest, "se habla de pueblos fascistas rumanos, contiene ciertas dosis de antisemitismo muy comunes en la época y otros rasgos que nos chirrían hoy. Pero si hiciéramos un expurgo de quién dijo esto y lo otro, nos quedaríamos sin media Historia de la Literatura, entre los machistas, los antisemitas, los intolerantes, etc."

Una idea parecida expresa otro editor sevillano, Abelardo Linares, que cuatro años atrás también publicó a Foxá, concretamente el volumen Poesía (Antología 1926-1955). Linares, quien reconoce que estas polémicas tampoco es que sirvan para disparar las ventas -"la distribuidora ha pedido diez ejemplares más, pero eso para 40 millones de españoles no es nada"-, anima a leer a cualquier poeta, y defiende que "Foxá, como Lorca, no es de izquierdas ni derechas, sino de cualquiera que sepa leer".

Al hilo del torrente de opiniones vertidas en la prensa en el último mes, el editor se sorprende de que "algunos detractores hayan aducido que Foxá es un escritor de tercera fila. En mi humilde opinión, esos señores no tienen ni idea de literatura".

Pero si grotesca fue, visto lo visto, la prohibición del ya famoso homenaje, no parece menos execrable la reacción de varios opinadores que, siguiendo la máxima perversa de negar un mal afirmando otro, se apresuraron a decir -unos por lo bajini y otros de forma explícita- que los hechos del 6 de octubre son la prueba fehaciente de que el verdadero recorte de libertades es el que vivimos hoy, y no el del régimen instaurado tras el golpe del 36; o alegar que la llamada recuperación de la memoria histórica es una engañifa selectiva, y no un esfuerzo colectivo por restaurar la dignidad de varios miles de españoles asesinados, perseguidos, exilados, encarcelados, torturados y desaparecidos no ya en los tres años de guerra civil, sino durante las cuatro décadas posteriores.

Estas manipulaciones obvian interesadamente que la obra de Foxá puede haber sido relegada, pero nunca prohibida. Por el contrario, está al alcance de todos en cualquier librería: desde su célebre novela Madrid, de Corte a Checa, reeditada sin ir más lejos el año pasado, a sus magníficos Artículos selectos, compilados por alguien tan poco sospechoso de tendenciosidad como Jaime Siles, su antología poética antes mencionada o estos relatos de Misión en Bucarest.

Otra cuestión es que los moradores de unos y otros extremos teman que el lector común carezca de la madurez elemental para acercarse a los textos que le plazcan y sacar sus propias conclusiones. Pero esa facultad de elegir y rechazar, de leer o no leer, es sólo uno de los atributos de lo que llamamos libertad.

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