Después de horas de atasco, me he convencido de que vuelan las alfombras y no las toallas, pero aquí estoy. Otra vez, hasta con crisis, encuentro a mi vecino de toalla, el guiri. Antaño, el hombre había llegado a la conclusión de que en el mundo textil que nos rodea a todo el mundo era marino. Normal, la peste de politos azul borbón, con filitos rojo y gualda habían llevado al normando a pensar que todos éramos tripulantes del Bribón del Rey. Hoy nos mira, desconcertado. Cree que la monarquía ha perdido prestigio, que hemos cambiado el yate por el caballo. Claro, ahora todos de jugador de polo, con el uno o el tres al lomo, preferentemente, en un país donde los profesionales del polo caballar no llegan a diez, el resto son argentinos. No nos entiende este tío -raros somos-: qué quiere, que vayamos con una camiseta de Derribos Pavón o de Astilleros; eso es igual a currelante y no se trata de eso sino de lo contrario. Queremos ser como los del polo o el Bribón: aventura, folleteo y levantarse a las once. Son las modas masivas, otras lo fueron menos; lejos queda el barbour de mozo de cuadra inglés (hasta que se supo su origen servil) o los chemilacós de tenista postinero que nadie jamás lucirá como el maestro Araujo. Quién decía que Mao vestía en la Revolución cultural a todo el mundo igual (sus críticos).
En fin, que no tenemos identidad indumentaria. Perdimos hasta la guayabera, reducida a los revolucionarios latinos senior y a los loteros. El bic, el manojo de llaves, pañuelo, tabaco y el cupón, que se trascalaba por el bolsillo, han contribuido a su peor reputación. El bolivarismo ha hecho también lo suyo, imponiendo la camisa colorá manteca, frente a tan fresquita prenda. Sólo quedan esforzados guayaberos de perímetro cervecero generoso y mi compadre, nostálgico de la Triana ultramarina republicana. Sin embargo, la reivindico. Sebastián no tiene por qué ir sin corbata. Ahorro energético es que ZP, Rajoy, Griñán y Arenas, vuelvan con guayabera; para Cospedal y Fdez. de la Vega no tengo solución, se lo dejo a V&L o a Ágata.
