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Reflexiones desde mi toalla (III)

Lazarov se ha ido; su pérdida me trae a la memoria la llegada de las privadas, cuando nos metieron por los ojos a las velinas y el cacao maravillao.

el 16 sep 2009 / 07:23 h.

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Lazarov se ha ido; su pérdida me trae a la memoria la llegada de las privadas, cuando nos metieron por los ojos a las velinas y el cacao maravillao. El personal estaba tan convencido de que tenía que estar tan bueno como las anunciantes que se iba al súper a comprar tan explosivo como inexistente producto. Los culos y la publicidad siempre han sido buenos aliados; de momento, en la tele pública española ya no habrá de lo segundo. Una parte de nosotros desaparece con tan reparable pérdida. Es el progreso; también nos hicimos modernos cuando los chaveas perdimos la afición de ir a los cines a cantar entusiásticamente en coro, el Cola Cao y el jabón Rosil, voluntariamente, sin esperanza de culos convincentes; no sé si somos lo que los creativos publicitarios quieren o si la publicidad refleja una sociedad real, quizá un poco de las dos cosas.

Si hacemos caso a la publicidad de estos días y convenimos que es una foto de lo que hay, resulta que las mujeres tienen generalmente averías intestinales que van desde el estreñimiento hasta las cagaleras crónicas, con hinchazón y gases; además de esas molestias y otras incontinencias, tienen que adelgazar para lo cual el remedio es light e irte de vareta, es decir, que no te cunda lo que comes. Si, después de todo, la receta falla, siempre queda Corporación Dermoestética. Los hombres estamos chungos de pelo y a pique de un repique por el colesterol. Además, no damos con la duración ni con la dureza requerida (escala de Mohs) para copular. Para eso está el gel vaginal orgásmico y unos condones que alargan lo que la naturaleza no es capaz (ninguna referencia a la calidad). Si se da esa confluencia de seguridad, duración y dureza, la señoras (no hay referencias homos) se convierten en sopranos. Para animar la función, qué sería de nosotros sin un mojito y un buen coche y, si no da tiempo para hacer de comer, arroz rápido, aunque incompatible con las recetas de urgencias repetidas al tigre. Dejo la toalla y me voy a mi república independiente, donde me esperan nueve para comer. Donde caben dos caben tres. Vale.

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