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Reflexiones desde mi toalla (y IV)

Hoy el agua y el horizonte están transparentes: ni un ladrillo a la vista. La grey playera se reúne feliz con sus neveras blanquiazules; no siempre es así, aquel día una cacerolada rompía la paz del residencial turístico.

el 16 sep 2009 / 07:39 h.

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Hoy el agua y el horizonte están transparentes: ni un ladrillo a la vista. La grey playera se reúne feliz con sus neveras blanquiazules; no siempre es así, aquel día una cacerolada rompía la paz del residencial turístico. Los vecinos protestaban por la insistente presencia en sus aguas redentoras, de toda una flotilla insumergible de airosos zorullos enarbolando orgullosos el pabellón de su origen: las ollas express, cuyo pito no paraba ni un momento en la antes alegre urbanización playera. Doy fe, sólidos zorullos, nada que ver, aunque parientes, de la eufemística nata costasoleña, resultado del batido mancomunitario del subproducto humano de espetos y demás delicia de chiringuito: otra dieta, nada de garbanzos de Escacena.

El alcalde del municipio matriz del enclave, explicó el problema: la depuradora estaba calibrada para un uso normal, a saber, una familia por retrete. El incapaz edil daba así un golpe bajo a la atávica costumbre de reunir en un suelo tapizado de colchones, bajo y sobre un mismo techo y váter, a cuñados, noviajos, suegras, abuelas y matrimonios. Estaba siendo pionero del concepto de carga ecológica, aplicable no al ganado sino al sufrido veraneante. Por lo que parece, a los ballenatos les intentan colar lo mismo. No me lo creo, la gente se ducha y mucho, pero la postinera urbanización está poblada por gente bien, funcionarios, afectos al Gobierno y meritorios, alguna nobleza comarcana, incapaces todos de caer en la misma ordinariez del sobre hospedaje. Lo cierto es que falta agua y soluciones (algún crápula rodríguez se aprovecha de solano en festorros piscineros capitalinos, bien hidratado, mientras sus señoras y prole sufren la inclemencia administrativa). Sin agua, fueraparte de tetas, no hay paraíso, ya se sabe, como que sin planificación no hay agua. Los enclaves modernos como los tradicionales están malos de lo mismo: la avaricia constructora y la cortedad planificadora. Parece imposible que a estas alturas sigamos padeciendo esta epidemia y que los partidos sigan sin atajar ni el problema ni a los alcaldes más pringosos.

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