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Regla, intercesora del Papa

El Santo Padre obsequió a la dolorosa con un rosario que lució en su mano derecha durante la procesión

el 19 ago 2011 / 21:29 h.

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El momento más emotivo de la jornada se vivió cuando el papamóvil pasó justo por delante de la delegación sevillana, en el que el Santo Padre pudo contemplar el paso de palio de la Virgen de Regla.

Un Papa y una Virgen sevillana por primera vez frente a frente. El momento culminante del evento más singular y diferenciador de cuantos se han programado en esta JMJ tuvo anoche como coprotagonista a una dolorosa de la tierra de María Santísima. La sevillana Virgen de Regla puso el broche de oro al Víacrucis de la Jornada Mundial de la Juventud, presidido por Benedicto XVI y conformado por quince pasos procesionales llegados de doce ciudades españolas, cuya exposición a cielo abierto entre las plazas de Colón y Cibeles convirtió al Paseo de Recoletos en un auténtico museo de la Semana Santa al aire libre.

Después de evocar junto a miles de jóvenes los dolores y sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo en la tarde del Viernes Santo y de meditar durante las catorce estaciones del Víacrucis sobre los padecimientos de tantos jóvenes en diversos lugares del mundo a causa de la guerra, los enfrentamiento fratricidas, la persecución por causa de la fe, la marginalidad o la drogodependencia, Benedicto XVI elevó su oración final orientado hacia el hermoso paso de la Virgen de Regla -a su derecha- para acompañarla y consolarla en el misterio de la Soledad de la Virgen.

"Al concluir este Víacrucis, ponemos en ti nuestra mirada y nuestro corazón", pronunció el Santo Padre sin mencionar a la imagen. "Te acompañamos en tu soledad y te ofrecemos nuestra compañía para seguir sosteniendo el dolor de tantos hermanos nuestros que completan en su carne lo que falta a la Pasión de Cristo, por su cuerpo que es la Iglesia. Míralos con amor de madre, enjuga sus lágrimas, sana sus heridas y acrecienta su esperanza para que experimenten siempre que la Cruz es el camino hacia la gloria y la Pasión, el preludio de la Resurrección. Amén", concluyó.

De esta forma el Papa ponía fin a una oración comunitaria que tuvo uno de sus momentos más cofrades tras el rezo de la octava estación La Verónica enjuga el resto de Jesús, en la que una saeta atronó en Recoletos. "Mirarlo todos los pueblos/que por amor se entrega/bajo el peso del madero/y un paño nos deja/su rostro de Dios bueno". El pontífice destacó la brillantez de los comentarios de las "Hermanitas de la Cruz" -así se refirió a ellas-, encargadas de elaborar el texto de meditación a cada estación y que dejó una huella profunda en el alma de los peregrinos.

Junto al paso aguardaba la amplia delegación sevillana encabezada por el alcalde de la ciudad, el delegado de Fiestas Mayores, Gregorio Serrano; el arzobispo Asenjo y su auxiliar, Santiago Gómez Sierra; amén de numerosos hermanos mayores de las cofradías hispalenses. Emocionados, no dudaron en gritar "que bote Sevilla" una vez que el papamóvil apareció en las pantallas de televisión, y hasta Gómez Sierra se animó a hacerlo y a irrumpir con palmas que sonaron al compás.

Cuando el Santo Padre abandonó el estrado de Cibeles y discurrió ante la Virgen de Regla, el delegado diocesano de hermandades, Manuel Soria, entregó a uno de los miembros del servicio de seguridad el cuadro que el pintor sevillano Luis Rizo había realizado para la ocasión. Tras recogerlo, éste regresó para entregar un rosario de parte del Papa que se colocó en la mano derecha de la imagen para la procesión.

No fue hasta las 21.44 horas de la noche cuando el palio, completamente encendido, realizó su primera levantá en Cibeles. El privilegio de tocar el martillo le correspondió al cardenal de Viena, Christoph Schönbom, que contempló maravillado como los costaleros levantaban a pulso el paso de la imagen atribuida a La Roldana, momento en el que toda la plaza irrumpió en una ovación.

A los sones de la marcha Virgen de Regla Coronada, del director de la banda de Santa Ana, José Ramón Lozano, se iniciaba una larga madrugá que puso fin a una jornada memorable para la juventud católica en el mundo, para la Iglesia de Sevilla, para la hermandad de Los Panaderos y para la Semana Santa hispalense. Un recorrido en el que la dolorosa visitó el Madrid de los Austrias y el Convento de las Descalzas antes de regresar a la parroquia del Carmen, en el que se apagó el sueño de un Miércoles Santo bajo el cielo de Madrid.

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