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Regreso a Huancavelica

Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Sevilla pudo llenarse de candelabros, atriles, joyeros, aguamaniles, jarras, collares, pendientes, broches, relicarios, crucifijos y otras imágenes...

el 15 sep 2009 / 08:25 h.

Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, Sevilla pudo llenarse de candelabros, atriles, joyeros, aguamaniles, jarras, collares, pendientes, broches, relicarios, crucifijos y otras imágenes, marcos, ciriales, rosarios, sagrarios y cien objetos más, todos de plata, gracias a un enclave perdido en la cordillera andina: Huancavelica. La plata no estaba allí sino en Potosí, 1.500 kilómetros más al sur siguiendo el camino que lo unía con Lima, pero Huancavelica tuvo un gran yacimiento de azogue, de mercurio, imprescindible para que la plata, al amalgamarse, quedara pura gracias al método de los sevillanos Carlos y Juan Andrés Corzo de Leca. Alguien dijo que ese camino fue el "eje del Imperio" y, probablemente, era verdad.

Para extraer el azogue de Almadén, en Ciudad Real, se mandaba a los condenados a trabajos pero allí se hispanizó un sistema inca, la mita, por el cual cada familia aportaba un miembro a los "trabajos públicos". Durante siglos en Huancavelica se celebró cada mañana la misa de difuntos por los que partían para la mina. Ahora parten para allá cada verano jóvenes que realizan misiones solidarias porque aquellas gentes, después de haber sido parte de ese eje imperial, quedaron tan pobres como antes. Yo no sé si conocen el lazo de sangre entre la plata sevillana y esas familias andinas quienes van; no sé si saben que no van sino que regresan a hacer justicia.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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