Cultura

Reinaldo Arenas ajusta cuentas

Point de Lunettes publica 'Necesidad de libertad', feroz recopilación de textos del escritor cubano.

el 28 jul 2012 / 18:28 h.

El gran público descubrió la figurar del cubano Reinaldo Arenas (1943-1990) gracias al filme de Julian Schnabel Antes que anochezca, que le valió a Javier Bardem su primera candidatura al Óscar. Este éxito ayudó a difundir obras de este autor como Celestino antes del alba, Otra vez el mar o las memorias que dieron título a la película. La editorial sevillana Point de Lunettes, que dos años atrás publicó la correspondencia de Arenas con el pintor Jorge Camacho y su mujer, Margarita, ahora recupera una serie de textos bajo el título Necesidad de libertad, donde el escritor de Holguín ajusta cuentas de un modo feroz con la Revolución cubana y con sus valedores.

"El intelectual cubano en el exilio está condenado a desaparecer dos veces: primero, el Estado cubano lo borra del mapa literario de su país; luego, las izquierdas galopantes y preponderantes, instaladas naturalmente en los países capitalistas, lo condenan al silencio", denuncia Arenas en uno de estos ensayos, en los que reitera los mil modos de represión -ninguneo, prisión, vejaciones, espionaje- a los que fue sometido antes de sumarse al éxodo de Mariel en 1980, entre el contingente de homosexuales, delincuentes y enfermos mentales a los que el régimen permitió salir a Estados Unidos.

El volumen misceláneo contiene, entre muchos otros testimonios propios, ensayos literarios, fragmentos de discursos de Fidel y las cartas de intelectuales europeos y latinoamericanos que sucedieron al lamentable caso Padilla, artículos de la ley contra el "diversionismo ideológico" y hasta un recorte de la prensa francesa en la que se especulaba con la posibilidad de que Arenas hubiera desaparecido a manos de las fuerzas policiales cubanas. Otros documentos constatan de manera más expeditiva el divorcio entre el escritor y el castrismo. Así, con una carta al poeta Nicolás Guillén le hace saber que "de acuerdo con el balance de liquidación de amistad que cada fin de año realizo (...) le comunico que usted ha engrosado la lista del mismo".

A Alexandra Reccio, miembro del Partido Comunista de Italia, que visitó a Arenas en La Habana sin dejar de pregonar las bondades de la Revolución, la despide diciéndole: "Ojalá algún día comprenda (...) que el único sitio donde el hombre es libre, y por tanto es realmente hombre, es aquel donde puede manifestar su desprecio. Reciba pues sincera y modestamente el mío".

No se queda atrás a la hora de enjuiciar severamente a sus compañeros de letras. Prácticamente todos, salvo a Lezama Lima y a Virgilia Piñera -que, según acredita Arenas, sufrieron presiones y desprecios parejos a los suyos- reciben invectivas del autor.
A los cubanos Lisandro Otero, Roberto Fernández Retamar y Edmundo Desnoes no los saca de la consideración de esbirros del sistema. Cintio Vitier es un "monje" y un "santurrón", el nicaragüense Ernesto Cardenal es "tan mediocre e hipócrita como su supuesta doctrina religiosa"; el argentino Julio Cortázar pertenece a esas "barbudas putonas izquierdistas que desde París inventan o apoyan revoluciones inexistentes", mientras que el Nobel colombiano Gabriel García Márquez una "vedette del comunismo" y "un híbrido entre la demagogia y el folclor".

Y como blanco de sus más furibundos rencores, la figura de Fidel Castro: "Los intelectuales que, como invitados de honor", escribe Arenas, "visitan las tribunas de los países comunistas, si tuviesen el coraje de pensar por sí mismos y la valentía de no servir a otra causa que a la de la razón (como se supone que debe obrar un intelectual) deberían sentirse profundamente perturbados y entristecidos cuando ante ellos y el jefe máximo, el único jefe, sólo se oye un clamoroso sí con sus consabidos aplausos".

Reinaldo Arenas se suicidó en diciembre de 1990 en su apartamento de Nueva York, estragado por el Sida. "Cuba será libre. Yo ya lo soy", fueron al parecer las últimas palabras que escribió.

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