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Reiniciarse caiga quien caiga

El Sevilla está inmerso en una dinámica que sólo podrá cambiarse con soluciones drásticas.

el 08 ene 2012 / 20:17 h.

Hasta aquí hemos llegado. O al menos hasta aquí deberíamos haber llegado. Quedan dos semanas para que se acabe la primera vuelta y el sevillismo ya espera muy poquito de su equipo. Demasiado pronto para acabar con las esperanzas de una hinchada como pocas, a la que ni siquiera le sirve la inyección de adrenalina que ha supuesto la llegada de Reyes.

El utrerano se reestrenó y fue una isla en un equipo en el que todos, o casi todos, son planos en todos, o casi todos, los aspectos generales y el que todos, o casi todos, fallan en todos, o casi todos, los partidos en las acciones más elementales del cometido que se les confía.

Si el portero comete errores al despejar, el central al posicionarse, el organizador en el pase más sencillo, el extremo en el centro y el delantero en el remate no hay nada que hacer. Pero lo peor para el Sevilla es que eso no es lo peor. La sensación de que el equipo es incapaz de jugar bien es demoledora, sobre todo teniendo en cuenta la poca actitud que se denota de los futbolistas en cada envite. Los hay que no corren lo que debieran, y los que lo hacen normalmente se equivocan de dirección o se pasan de vueltas.

Para colmo, al que esperaba a Marcelino y le dio tiempo para acoplarse a un club de unas dimensiones y con unos objetivos desconocidos para él, no le queda otra que plegarse a la dictadura de los resultados. Menos de un punto por partido en los últimos diez y fuera de Europa. Un desastre.

El Sevilla contemporáneo se está muriendo poco a poco y encima se le está dejando morir. El empobrecimiento es evidente en unos últimos tiempos en los que los resultados llegan sólo cuándo se despierta una de esas individualidades que no han llegado a la temporada 2011/12. Con Manzano el equipo era casi igual de indolente -decidan ustedes si más o menos- pero siempre aparecía un Kanouté, un Negredo o un Rakitic para dar un paso adelante en lo clasificatorio.
Ahora existe un corsé que ahoga al grupo y del que nadie se sale. Sólo la llegada del descarado chico de Utrera que se marchó hace años para hacer a su club más grande amenaza con soltar algún cordón. Pero hace falta mucho más para abrirlos todos.

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