Cofradías

Resignación ante la evidencia

La incesante lluvia truncó los planes de la hermandad de la Capilla de los Ángeles

el 21 abr 2011 / 19:04 h.

Nuestra Señora de los Ángeles en su capilla / Foto: Paco Cazalla

Nada era ayer como debía ser. Recaredo seguía tomado por los coches, apenas se veían mantillas y el Cristo de la Fundación no estrenó el Jueves Santo. Los Negritos no salía. No sólo por las previsiones, sino porque la lluvia era una realidad constante e incesante. El Cristo no pudo lucir en la calle sus calas moradas oscuras con espinos ni su monte de frecsias moradas de tono claro. Ni la Señora de los Ángeles pudo mostrarle a Sevilla su cara angelical. Eso sí, su capilla fue ayer un universo de devoción en una jornada de decepción y mucha resignación.

La borrasca hizo acto de presencia en forma de agua desde el mediodía, de ahí que la decisión del cabildo de oficiales estuviese clara, lo contrario a como estaba el día. No hacían falta pronósticos (con un 95% de riesgo de precipitaciones). Llovía, pese a los intermitentes rayos de luz que entraban en una capilla, en una casa hermandad y en una Sacristía repleta de blancas túnicas de cola con escapulario y cíngulo azul Negritos. El toldo del patio, de hecho, se corrió no para librar del sol, como todos hubieran querido, sino para resguardar de la lluvia.

Por eso el mensaje a los hermanos fue breve y conciso. Era casi la hora de la salida, las 15.00 horas. Se suspendía la estación de penitencia. No hacía falta ninguna moratoria. El alcalde Eduardo García Eruste -muy emocionado- dio paso al rezo de las preces ante los titulares y anunció que la capilla abriría sus puertas a todos los sevillanos a las 17.00 horas. Entonces, costaleros y nazarenos pusieron todo su sentimiento al cantar la Plegaria a Nuestra Señora de los Ángeles, que sonó como marcha de palio en el mejor rincón de Sevilla. "Hoy quiero cantarte..." "Luz de la mañana, María Templo y Cuna..." Y para aliviar el desconsuelo, Paquita Gómez regaló una saeta junto a la cara angelical. "No la vamos a poder escuchar en la calle, pero sí desde aquí", subrayó García Eruste.

Después, llegó la hora de la levantá. La única, la más aplaudida. La que llevó a la Señora de los Ángeles hasta el cielo, sin mojarse. Por los hermanos más pequeños, por las hermanas, por el sentimiento del hermano negro, por "vuestras madres que os parieron costaleros"... Por todos y por ellos, con lluvia en el rostro y lágrimas en la calle.

"Este no es nuestro año", comentaba Ana capirote en mano, mientras Ángela, con sólo cinco años, preguntaba a su madre si iban o no a salir. Los pequeños estaban resguardados en la Sacristía, pero ella y su hermano Álvaro esperaban ante el Cristo de la Fundación y la Señora de los Ángeles. No cabía nadie más. Con las sandalias mojadas, miraba fijamente a los hermanos con los pies descalzos y empapados mientras su padre recordaba que el primer año que Ángela se vistió con la túnica blanca fue el último que llovió. Hasta ayer.

"Este año nos tenemos que conformar con rezarle a la Virgen aquí", le explicaba. Al tiempo, Miguel, con "casi 78 años", consolaba con lágrimas a su nieto: "Queda menos de un año para la próxima Semana Santa y tú verás muchas más".

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